La ausencia de mi diente tiene los días contados. El próximo 28 de agosto (fecha en la que por cierto celebro mi vigésimo octavo cumpleaños, valga la redundancia), la dentista me va a poner el cacho pieza que me falta. Rompí el paleto con ocho años, jugando a la pica la mula (lo que en España viene siendo saltar el potro). Mi lengua se enteró, antes que nadie, de que me faltaba un pedacín de diente, que se había desintegrado contra un banco de piedra. Me debió doler, aunque no lo recuerdo; pero desde entonces, y de eso hace ya veinte años, su ausencia ha estado conmigo. Ahora no sé si al volver podrá ser, otra vez, parte de mi.
1 comentario:
Espero que no sea peor el remediu, que la enfermedad
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