“Quietorl”, “no puedorl”, “norl”. Vamos a ver. Hace, por lo menos, diez años que Chiquito de la Calzada no sale en la tele. Entonces, ¿Qué ha hecho este hombre a nuestras mentes para que generaciones y generaciones de españoles sigamos, desde hace una década, acabando la mitad de nuestras frases en “orl”? Yo soy la Real Academia de la Lengua y no me preocuparía ni por las incursiones del inglés en el castellano ni por eso de que para entender los mensajes de móvil de los jovenzuelos haya que ser licenciado en paleontología con la especialidad en jeroglíficos. (No es broma. Hay padres de las Cuencas que ya han remitido instancias a Fucomi para que en la próxima convocatoria de cursos de la Universidad Popular se incluya un taller sobre “Lectura de sms adolescente: abreviaturas y otros conceptos”).
Con todo, lo peor no es que los vocables de la “chiquitilengua” se acaben en “orl”. Tengo una amiga que cada vez que dice una “chiquitipalabra” se echa la mano al riñón y pega un saltín. “No puedorl, no puedorl”, dice, y salta. A mí esa actitud, más que vergüenza ajena, me da dentera. Como cuando pienso en que muerdo un jersey de lana pura. Algo que, paradójicamente, no me pasa con “po zí” o “cuñaaaao”. Efectivamente, soy de las que doblo la espalda hasta que el jorobado de Notre Dame parece una modelo de la pasarela Cibeles y recito: “Po zí Amparo, ¿tas fumao un porro? Po zí, po zi". Por no hablar de mi inclinación a pegar un papel y/o chicle en mi paleto superior izquierdo (otrora roto por un castañazo que me dí en mi más tierna infancia) para repetir sin descanso “Cuñaaao, no eres bueno ni ná, cuñaaao”. Menos mal que mis dos ídem, a los que vamos a denominar J. e I., se parten el culo cada vez que se lo digo, porque si no, es como para poner en entredicho su relación con la familia política. Y ya en el fin del repaso mental a alocuciones frikis del castellano aparecen otras que, en mayor o menor medida, han ido desapareciendo o no se conoce el origen. Hablo de frases como «ya vestruz» o «digamelón». Hay gente romántica que sigue utilizándolas en su vida diaria con la consiguiente mirada de desaprobación del auditorio que pone cara de estar pensando «Dios mío, cuanto daño hicieron los ochenta».
«Jarl,hasta luego, Lucarl»
3 comentarios:
Yo conozco alguno que en las noches de sidra pierde la seriedad gritando...norrrrrrrrrrrrrl!
Hola prima, "digamelon", Martes y trece, en su primera epoca, hace como un siglo.
Estoy de acuerdo contigo, si hacen el curso en la universidad popular yo me apunto, y no hace falta que sean muy jovenzuelos, hay por ahí algun cuarenton que escribe los mensajes en clave de morse.
Besines. Begoñita
Jo, yo me sigo leyendo esto cada poco porque me da una risa que me muero. Desde luego, cuanto daño hizo Chiquito y, en un futuro, cuánto daño va a hacer el acento maño de Muchachada...
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