Hay cosas buenas que llegan en otoño
porque parece que el otoño se cansa de ser siempre la estación
agria del calendario anual. Esa estación sibilina que llega siempre,
ineludiblemente, cuando toca volver al colegio, al trabajo, a la
rutina, a los atardeceres sin hamacas, a los días sin mucha luz. Las
cosas buenas y otoñales compensan todo lo anterior (y mucho más).
Hace ocho años en un otoño sin
meteorología (al menos yo no tengo recuerdo el tiempo que hacía)
llegó a mi casa un encargo paternal: “Te va a llamar mi amigo Fidel que
va a montar un periódico, y es para que colaboraes”. “Uf, ya está mi
padre con sus chollos/marrones”, pensé. Después de esa primera
impresión que nadaba entre la vagancia y el desconcierto, llegó
Fidel y tras él muchas páginas escritas sobre lo que pasa en las
calles, en los ayuntamientos, en las caleyas, en los colegios, en los
teatros o en los despachos de los cinco concejos que forman la Cuenca
del Nalón. Tengo un trabajo que me hace recorrer, a diario, esos
cinco municipios. Tengo un trabajo que me enseña cada día a las
gentes, los paisajes, los proyectos, los llantos, las denuncias, las
fiestas y los rincones de esta tierra nuestra que desprende muchos colores pero
que sobretodo es negra y es verde. Tengo un gran trabajo. ¡Gracias
por estos ocho años de La Cuenca del Nalón!
1 comentario:
Eres la mejor!!!
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