28 de febrero de 2011

Programación

El 24 de febrero de 2011 ha pasado a la historia de mi ático como el día en que conseguí finalizar la ronda por todos los canales de la TDT que había empezado a hacer en junio del año anterior. Siempre me quedaba frita entre las recetas de un tipo que cocina con estres en 22 minutos y unos señores que pescan cangrejos, peligrosamente, en Alaska. Pero esta vez no. Eso sí, cuando conseguí dar la vuelta a toda la programación, me encontré a Carlitos -el de “Cuentame”- haciendo la mili y a su hermana Inés de politoxicomana de la vida. Flipé.

La TDT ha llegado a nuestras vidas para aportarnos cosas muy interesantes como la posibilidad de ver, en siete canales distintos, a los forenses, médicos, abogados, policías, vampiros, zombies, familias desestructuradas (y amarillas); y jovenzuelos cantarines que tanto te gustan. La pega está en que nunca encontrarás un capítulo nuevo. Porque en España, queridos amigos, hay tres cosas que son imposibles de hacer: encontrar un trabajo decente y en el que no te intenten tangar; encontrar una compañía de teléfono decente y en la que no te intenten tangar y encontrar un canal de televisón en el que respeten la programación y no te intenten tangar con reposiciones.

¿Comparable? Pues muchos diréis que no, pero es lo que hay. Claro que si te pones a pensar, casi prefiero ver dos mil cuatrocientas cincuenta y cuatro veces el mismo capítulo de los Simpsons que ciertos programas en los que, apelando al interés general, se dedican a humillar, vilipendiar, agredir e insultar a quien se les ponga a tiro con una ausencia total y absoluta de escrúpulos y ética. Lo peor es que a eso le llaman “periodismo” y después tenemos que salir otros a la calle a echarnos a la espalda una profesión que, si me apuras, a veces da vergüenza.

6 de febrero de 2011

LO(ndon)OK



Fotos de Juan Plaza (juanplaza.blogspot.com)
Música de Belle and Sebastian

28 de enero de 2011

Sube y baja


Comprobado. Si dices tres veces el nombre de la ministra Sinde delante de un espejo, a medianoche, te entra un virus en el ordenador que no vuelves bajar ni a por el pan. Que digo yo, ya puestos a prohibir bajar cosas, estos del gobierno bien podían prohibir que bajara el Sporting nunca en la vida. Un decretazo y del Molinón a la Europa League (cuanto más me gustaba decir "Uefa"). Como poco. Pero no, eso ni se lo plantean. Ellos a lo suyo, a ponerle vallas a un campo virtual que les viene demasiado grande y que, mucho me temo, ni siquiera entienden.
Bajar y subir. Quién nos iba a decir nosotros en los felices años 2000, cuando (según parece) vivíamos tan bien que los euros se nos caían de los bolsillos, que esta época de crisis se iba a resumir en dos míseros verbos. Baja el empleo, sube el paro, se baja la música, se suben los impuestos, bajan las ventas, sube la edad de jubilación.
¡La jubilación! Esa gran entelequia de la que los treinteañeros de ahora hablaremos, en un futuro, a nuestros nietos. "Pues cuando yo era como vosotros había gente que llegaba a una edad y no trabajaba nunca más. Se iba al paseo del colesterol a andar de un lado para otro o se compraba un piso en Gijón para no hacer nada", les diremos con la mirada perdida en lontananza y los ojillos medio cerrados. A lo que ellos responderán: "¡Kitate pallá bieja, k aburres con tu historia antigua!". Y tú volverás a la carga porque ya tendrás una edad que te la sopla lo que digan los demás: "Y que sepas que cuando yo era como vosotros a los mayores les tratábamos de tú".

29 de diciembre de 2010

Cambios


"-En Reyes quiero un telescopio grande para ver qué pasó con Plutón". Tras la rotunda sentencia, la niña me miró con esos ojos de misterio que sólo los críos saben poner y yo, a qué negarlo, me acojoné. Tiré de Google para ver si realmente había pasado algo con Plutón y lo que encontré me desasosegó aún más. Resulta que esta entelequia, que recitábamos al final de la lista de planetas -"Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Santurno, Urano, Neptuno y Plutón", ya no está considerada como tal y ha desaparecido de las cantinelas escolares. Es como si, de repente, España ya no limitara "al norte con los Pirineos que hacen frontera con Francia". ¡Esta crisis está acabando con todo!, que diría un pesimista (llámalo pesimista, llámalo líder de la oposición). El universo ha cambiado tanto que los que hicimos la EGB estamos casi al mismo nivel que los que estudiaron en la Academia de Atenas junto a Platón. Somos unos desfasados. Claro que lo más moderno que veíamos en nuestros libros de texto era la Alemania unificada y ya flipábamos. Ahora ni siquiera tienen libros de texto y encima ni se acuerdan de los duros que costaba un "flash". "¿Cinco duros? ¿Eso cuánto es?", me dice un osado quinceañero el otro día.
Además del dinero y los libros, también han cambiado la tabla periódica y la ortografía del castellano. A las letras "ll" y "ch" les ha pasado como a Plutón, se han ido al limbo de los recuerdos infantiles y allí se quedarán para siempre. Lo de los cambios en la tabla periódica tiene que ver con modificaciones en el peso atómico de diez elementos. Si soy sincera esto me preocupa menos porque lo del peso atómico ni siquiera lo entendí en su día (creo que copié). En fin, que no quiero revolver mucho el tema de la mutación que ha sufrido la sociedad, la ciencia e incluso la gramática, por miedo a que cualquier día nos den la vuelta a sacar el bachiller. Aunque lo mismo mandaba a algún político (llámalo político llámalo presidente del gobierno) a repasar matemáticas para ver si, por fin, los cambios empiezan a ser para mejor. ¡Feliz (y equilibrado) 2011!

David Villa, fin de año again


Una vez más en La Cuenca del Nalón despedimos el año con David Villa. Todo un crack al que sólo le tenemos palabras de agradecimiento por la paciencia y el cariño que siempre nos ha demostrado. Aquí el director (Fidel Fernandez San Miguel ) y servidora después de la sesión fotográfica y justo antes de la -mini-entrevista que podréis disfrutar en el próximo número del periódico. Y hasta aquí me dejan leer.

26 de diciembre de 2010

Feliz (y equilibrado) 2011


Amigos, compañeros, conocidos, familiares y demás entes humanoides cercanos a mi existencia: Ya sólo quedan unos días para finiquitar el 2010. Ha costado más de lo que nos imaginábamos pero hemos podido con él. Así que ya que estamos, vamos a encarar con fuerza el 2011. Con el cuento, ya le vamos cogiendo el tranquillo a esto de las vacas flacas. A poco que le echemos humor al asunto seguro que un día de estos vuelven a engordar. Salud, risas y abrazos.

1 de diciembre de 2010

Jose el del Eloy

A Jose le gustaba sacar la sidra al sol por las mañanas para que estuviera en su mejor punto cuando se tuviera que servir a los parroquianos que no perdonaban un vermú. ¡Cuántas tardes de domingo y noches de verano nos pasamos en el Eloy! (Más otros episodios íntimos que ya os contaré otro día). En 2005 se cerró el Eloy, hoy nos despedimos del alma de esa sidrería de siempre, Jose. ¡Adios chigreru!

(Gracias a María Álvarez que me dotó de información, ya ella sabe)

29 de noviembre de 2010

Viejuna

"¡Míralas, míralas qué minifaldas llevan puestas!. ¿No tendrán frío?". La frase aún no ha salido de tu boca y ya sientes como, si de repente, te volvieras un poco más viejuna y se te cayeran veinte años encima. A estas alturas del año ocurre a menudo. Piensas: "Uno de diciembre ya, madre mía, se me pasó el año volando. Ya están aquí las Navidades" o "¡Madre mía son las seis de la tarde y ya es de noche de todo!" o "¿Qué quieres qué aparato para Reyes? ¡Madre mía es que ya no saben qué inventar!" y, de repente, el incesante y basto universo se te echa encima en forma de arrugas, de canas o de bajones morales. Tendemos a creer que la solución pas por llamar a unos amigos y disfrutar de la noche, que sigue siendo joven. Desde aquí os lo digo. El remedio es peor que la enfermedad porque el grado de peligrosidad e incidencia de la resaca en tu cuerpo ha llegado, en estos momentos de tu vida, a un punto de no retorno que te lleva a otra frase viejuna: "¡Pero si yo antes aguantaba....!"
Total, que a ti te da igual porque, ¡qué narices!, si hasta los expertos dicen que ahora los treinta son los nuevos veinte y entonces es viernes y sales y cenas con sidra, y te tomas un chupito, dos cervezas y, como al final siempre se tercia también te tomas una copa, una. Y es después de todo ello cuando llega la prueba irrefutable de que eres una viejuna porque no recuperas hasta el martes y siempre con la inestimable colaboración del ibuprofeno.
Con todo lo peor no son las consecuencias físicas. Lo peor es cuando, el lunes por la tarde, empiezas a recordar vagamente qué ocurrió a partir de las cuatro de la mañana del viernes anterior y te das cuenta la chapa que le diste a un grupo de jovenzuelas que bailaban despreocupadas y a las que, desde la otra esquina de bar, les gritaste: "¡Tapaos los riñones, que vais a coger enfriamiento!".

28 de octubre de 2010

Noticias frescas


Cuando voy de viaje al extranjero encomiendo dos cosas a familia y amigos. Primera, que me rieguen las plantas y el roble de la terraza. (Sí, tengo un roble en una maceta, es una historia larga y otoñal); y segunda: que me mantengan informada de si ocurre algo importante en este nuestro país. Salvo algún apoyo logístico puntual en cierto viaje excesivamente largo, la verdad es que la flora de este nuestro piso se las ha tenido que apañar sola la mayoría de las ocasiones. A fuerza de sufrir tardes estivales (cuando no semanas) de sequía, sin una regadera solidaria que viniera a calmar la sed, nuestra vegetación, y especialmente el roble, se han convertido en organismos de una especie superior a la media. Al roble no se le caen las hojas desde hace tres otoños. No saben en la NASA todo lo que ocurre en esta nuestra terraza.
En la NASA no, pero cerca, me encontraba hace ahora un año cuando mi progenitora decidió que había ocurrido algo lo suficientemente importante en España como para informarme del hecho. Llevaba seis días sin saber de mi madre, ni ella de mi, cuando me sonó un mensaje en el móvil que procedo a transcribir: "El Sporting empató contra el Madrid. En el Molinón. Besos". Ese es el tipo de mensajes que me gusta recibir cuando estoy en el extranjero. Información de primera mano, de primera plana y a poder ser positiva.
Por eso yo, cuando tengo algún amigo o familiar de viaje también aporto mi granito de arena al desconocimiento que tiene el viajero de lo que ocurre en esta nuestra madre patria porque está fuera de ella. Los últimos sms que envié fuera de las fronteras españolas datan de hace tan solo unas horas y decían así: "ZP nombró ministra de Asuntos Exteriores a Trini. Ten cuidao" y "El Alcalde de Valladolid llamó morritos a Pajín (q x cierto ye ministra de Sanidad). Ten cuidao". Ya sé, ya. De mano parece que estar de retiro espiritual en Nepal y recibir semejante información daña el karma. Pero nada más lejos de la realidad. Mi amiga, la receptora de los susodichos mensajes, me confesó que gracias a ellos se convirtió, por una mañana, en la reina de la información en tierras nepalíes, una especie de Ana Rosa Quintana del sentimiento "ommm" que, por ciento, me respondió con otro sms que decía: "Gracias, pero ¿cómo quedó el Sporting?".

30 de septiembre de 2010

Maestros


Veinte años después sigo creyendo que Don Antonio, mi maestro entre tercero y quinto de Primaria, es la persona con la que he coincidido en la vida que más sabe de todo el Universo. Como después de que él me diera clase cambié de colegio y nunca más volví a verlo, tampoco me dio tiempo a que se me cayera el mito. Lo tengo en mi propio pedestal ochentero junto con "Verano Azul" y los bocadillos de chorizo de mis respectivas güelas.
A él fue al primero que le oí hablar de los grandes pintores y escritores. Era un auténtico fanático de Dalí y de Velázquez; y le encantaba "El Quijote" y la geografía -- "..el Miño nace en Fuente Miña, provincia de Lugo, pasa por Lugo, Orense y Tuy y desemboca en La Guardia. Su afluente más importante es el Sil por la izquierda"--. Don Antonio tenía una letra preciosa y una libreta roja (tal vez negra) en la que guardaba operaciones matemáticas de todo signo que, de cuando en vez, nos dictaba. Por no hablar de su puntería. Escondía en el primer cajón de su mesa grande y verde una goma de borrar del tamaño de Wisconsin que al mínimo despiste acababa encañonada en tu frente. Nunca llegó a lanzármela a mi pero sí pude asistir al magnifico ritual de ver como algún compañero hacía esfuerzos inútiles por esquivar el misil que se movía como el balón "jabulani". Imposible.
Don Antonio Gallardo Otero --que así firmaba las notas-- era de Vivero (Lugo) y, pese a que llevaba décadas en El Entrego, ejercía un galleguismo tal que, de ser en la actualidad, lo hubieran tachado de fundamentalista: "El río Eo no tiene ni una gota, ni una gota de agua asturiana", solía repetirnos. Yo le creía entonces y, por si acaso, le sigo creyendo ahora. Era el mejor maestro. Debió jubilarse al poco de darnos clase, porque ya era bastante mayor, o al menos a mi me lo parecía.
No sé qué será de Don Antonio pero al ver que hoy (30 de septiembre) era el Día del Maestro me acordé de él y de tantos otros que me enseñaron las primeras cosas que supe en la vida. A todos ellos: Muchas gracias.

31 de agosto de 2010

Curro de Verano

En verano esto de estar en el mercado laboral no lo llevo con calma. Como fui la última en llegar al curro, también soy la última en elegir fecha para irme de vacaciones. Consecuencia: No las tengo hasta finales de septiembre. ¡Ay, mujer, pero de qué te quejas, si está todo más barato!. Si, efectivamente, está todo más barato y más arrasado. Vete tú, a finales de septiembre, a pedirle al camarero que te sirva el pescaíto frito con una sonrisa. El susodicho camarero tiene unas ganas de encarar noviembre que no ve, porque hace semanas que tiene pesadillas con niños sedientos, padres histéricos y adolescentes hormonados que aún no han acabado la ESO y porque él es el que realmente está frito. Muestro mi más absoluta solidaridad hacia el obrero del sector servicios porque yo también lo fui.
Durante mis veranos de universitaria trabajé en un hotel de turismo rural muy cuco, de estos que le encantan a los madrileños porque tiene de todo: monte, árboles, río, animales y hasta granjero con peto vaquero y camisa de cuadros. A la gente que venía de ciudad les encantaba. Llegaban en coche hasta la misma puerta del hotel como si fueran a encarar una travesía por el Amazonas y/o el Sahara: Pantalones de diez bolsillos, chaleco de diez bolsillos y chirucas. Ése era el uniforme para después pasarse tres de las siete tardes en el hotel durmiendo, otra en Llanes, otra en Potes, otra en la playa y la última en el autobús que sube a los Lagos. Las chirucas volvían impecables a Madrid. Claro que, la verdad, peor era cuando se veían con todo el vestuario encima y querían parecerse a Indiana Jones. Entonces les daba por ir al monte a caminar para, por último, perderse. La historia siempre era la misma: "Vamos a ir a dar un paseíllo por las montañas", decían. A lo que el dueño del hotel respondía: "Está bien, vayan por esa senda, no se desvíen, no coman nada que vean en el suelo, lleven una chaqueta y el teléfono. Los animales son de verdad, es decir, muerden, arañan y bufan. Si tienen cuernos son vacas, no toros de lidia, así que absténganse de hacerse los toreros. Por último, den la vuelta cuando vean que empieza a atardecer". Los excursionistas solían mirar al hotelero con una mezcla de indignación --"¡este se cree que somos tontos!"--y emoción --"¡hay vacas! ¿se dejarán torear?--. No fallaba. Cuatro horas después sonaba el teléfono: "Oye, ¿es el hotel?. Mira soy Isabel, la madrileña de la habitación siete, es que nos hemos perdido porque vimos un camino muy mono y nos desviamos, el niño comió una especie de bayas que se encontró y le sentaron mal, a mi marido le dio un revolcón un toro salvaje y le picó algo cuando cortaba unas ramas para hacer una cabaña salvadora porque nos olvidamos las chaquetas y la verdad, ya es de noche del todo, hace frío. ¿Qué hacemos?. ¡Ah! y respóndeme rápido que se me está acabando la batería".

29 de julio de 2010

Lugares

Nunca pensé que pudiera existir alguien natural de Pernanbuco. Lo digo en serio. Yo oía a las viejas decir "está en Pernanbuco" y pensaba que se lo habían inventado y que como sonaba tan bien, pues que lo repetían. Lo mismo me pasaba con Úbeda (irse por los cerros de...) y Pinto y Valdemoro (estar entre...) . Más tarde fui conociendo mundo y me di cuenta de que los lugares no sólo existen sino que además hay gente que nace en ellos y es maravillosa. Vaudí es un músico brasileño que nació en Pernanbuco. En las últimas fiestas de Santiago en Sama vino al Rincón Cubano de Les Filanderes a tocar con su grupo "Bossa Nossa". De paso, con su voz suave y su perenne sonrisa consiguió hacernos la noche del viernes festivo más melódica, menos triste. A mi me encanta Vaudí, y me encanta porque ni siquiera dejó de sonreir cuando me acerqué a él para decirle, previa ingesta de un par de mojitos: "Sí, sí, sí...los brasileiros bailáis y cantáis muy bien, pero no tenéis ni puñetera idea de jugar a fútbol".
Una gana un Mundial de Fútbol y se crece frente al mismísimo Pelé. Es lo que tiene. Y ya no digo nada si casi dos semanas después viene un chico natural de Pinto, ahí al ladito de Valdemoro, y se pasa otro Tour por el Arco del Triunfo. Con deciros que tengo las vacaciones pagadas en Cádiz y me apetece anularlas para ir por Europa en plan vacileo os lo digo todo.
Vacaciones. He dicho la palabra prohibida. Me la tengo prohibida en plan eventual, no como lo de los toros en Cataluña. A esta menda le toca pringar hasta finales de septiembre. Currar todos los santos veranos desde hace diez años acaba creando sobre la piel una pátina de misterio blanquecina, como de ver poco el sol tipo Iniesta, que hasta los vecinos me miran mal. Los que nos quedamos aquí tenemos algunos beneficios: Aparcar mejor y no tener que esperar mucho para cenar en cualquier lado son dos claros ejemplos, pero después está el tema ocio musical que puedes disfrutar casi sin moverte de casa. Mi concierto del verano ha sido el de Joaquín Sabina en Gijón. Sé qué muchos estaréis pensando: "¿Joaquín Sabina?, pero si ese tío es tonto, porque bla, bla, bla, bla, bla". Podéis decir lo que os queráis, sois libres. Me trae al pairo lo que penséis. A mi Sabina me gusta desde que tengo uso de razón y no voy a renegar de ello. Me da igual como sea Sabina, no voy a ir a cenar con él, ni siquiera me tiene en su grupo de amigos de Facebook (¿por qué será?). Además, es de Úbeda.

29 de junio de 2010

Donde hay Mundial que se quite lo demás...



Una sabe bien que se está disputando una competición deportiva de altura porque todo el mundo habla del tema con aparente nivel de conocimiento. Fernando Alonso corre una carrera de Fórmula 1 en el circuito de Monza, y muchos, que hace tan solo seis años ni siquiera sabíamos que existía la Fórmula 1, nos vemos en la necesidad imperiosa de opinar sobre lo malos que son los mecánicos de Lotus que no dan una, lo bien que se saltó la "chican" un tal Kúbica o si el fallo de los Toro Rosso estuvo en que eligieron neumáticos blandos en vez de duros. "¡Neumáticos blandos! ¿Pero de qué van?", digo, osada de mi, a voz en grito en el bar de turno cuando, he de confesar, no tengo ni idea de cuál es la diferencia entre ambos y tengo a mi Clio con los mismos desde que Alonso corría en Minardi que ya me dió el toque hasta el tipo de la ITV. Hablar de la Fórmula 1, tal y como yo lo hago, es lo mismo que hablar del tiempo lo que pasa que todo suena como más importante. No es lo mismo encontrarte al vecino en el ascensor y decir: "¡Vaya calorón! que toparte al susodicho vecino y plantarle: "¿A ti paezte normal lo de Hamilton? Home, pasose el "safeticar" por donde yo te diga". No es lo mismo, suena mejor.
Temporada a temporada vamos perfeccionando el vocabulario hasta convertirnos en auténticos cherif del comentario automovilístico. Claro que después te llega un Mundial de Fútbol y que queréis que os diga, yo me olvido de todo lo que va sobre cuatro ruedas. El tema es que tengo que hacer sitio en la cabeza para todo lo que conlleva una Copa del Mundo: los cruces de los equipos, las alineaciones, los días y horarios de los partidos, las cuentas de la liguilla previa, el pelazo rubio de Piqué, los taconazos de Maradona desde el banquillo --entiéndase taconazos como toque de balón no como prenda de vestir--, la cantada del portero inglés, Sara Carbonero y su churri bajo la portería, las vuvuzelas, los octavos, las pifias arbitrales, la selección de Japón, la alineación indebida, los recuerdos, los chistes de que Ghana gana, los triunfos...Y claro, cualquiera se acuerda de que, si no hay Mundial, nos pasamos los domingos viendo coches dar vueltas sin sentido y encima, con neumáticos blandos.

29 de mayo de 2010

¿Engordaste?



-"¿Engordaste algo, eh?"
-"Sí, señora, engordé y usted tiene unas arrugas sospechosas junto a los ojos".
No se puede, porque no se puede, pero cuantas veces te apetece responder de estas trazas cuando se acerca una vecina, conocida o ciudadana de a pie para poner en cuarentena la dieta que, de cuando en vez, tienes a bien seguir en tu cabeza (más que en estómago). Yo tengo preparadas en cartera un par de respuestas que no dejan indiferente a nadie. Depende de como me encuentre digo una u otra. La opción que más me gusta es: "Es que estoy embarazada de cinco meses, pero no le diga nada a mi madre que aún no lo sabe. Es una sorpresa". Quedan con una palidez extrema. A mi madre la tengo advertida, que a más de una le faltó tiempo para tras el "no, no, no, no te preocupes", marcar el teléfono de mi progenitora y chafarme la "exclusiva".
El caso es que el otro día, con la visita de la Princesa de Asturias a El Entrego, me di cuenta que a las señoras en general el tema de la gordura las trae por la calle de la amargura (pareado): "Tas muy guapina Leti, pero tienes que engordar un poco, fía, que tas esmirriaduca, como un xilguerín", "Ay, mio nena, has de comer más, que tas en chasis", "Madre, fia, tas igual que el espíritu de la golosina". Tras media doce más de frases por el estilo, me identifiqué con ella (pero al revés) y decidí solidarizarme con la susodicha Princesa. Que como dice una amiga mía, "son altezas, pero son personas".
Más allá de que forme parte de la realeza o no, que el tema Monarquía ya lo tocaremos en otra columna, lo cierto es que ella es una mujer a la que, como al resto, le debe fastidiar bastante que su peso sea objeto de conversación allá donde vaya. Con el añadido de que, además, forma parte del grupo de gente conocida que sale en los medios de comunicación a menudo, y tiene que aguantar ya no sólo a la vecina de turno sino a buena parte del pueblo español. Yo supongo que pondrá antena tierra y pasará del tema para no cogerse un ardor de estómago. Porque si a mi, una sola señora que afirma ante mi careto que engordé ya me pone de mala leche para toda la semana. No quiero pensar lo que tiene que ser escuchar a hordas de señoras llamarte "xilguerín".

29 de abril de 2010

Somos leyenda



Somos leyenda. Las generaciones que ahora rondamos la treintena somos leyenda. Ésta es la frase que me repito, cual mantra, todos los días cuando me enfrento a la vida moderna. Nosotros estamos en medio de una brecha humana que algún día se estudiará en las Universidades americanas y puede que incluso en algunas de los países nórdicos. Los "más o menos" treintañeros tenemos, por delante, a "nuestros mayores". A ellos, las nuevas tecnologías, los taitantos canales de televisión digital terrestre, los "esemeses" y demás virtualidades les han cogido así un poco como de sorpresa, y les han obligado a ponerse las baterías de litio a punto para no quedarse con cara de Robert de Niro o, lo que es lo mismo, con cara de tener una úlcera gastroduodenal.
Por el otro lado, y puchando, tenemos a la muchachada adolescente que ha nacido con un i-pan debajo del brazo y que ya vienen, de serie, con su disco duro interno cargado de maneras y modos de utilizar cualquier aparato y/o herramienta web que se les ponga por delante. Al menos eso parece, aunque también os digo que la que quedo con cara de Robert De Niro soy yo cuando interacciono con alguno de ellos. Les oigo hablar y tengo miedo; leo sus mensajes, no los entiendo y tengo miedo (porque ya me diréis lo que significa esto: "kba tia, oi n tub na en ksa yege als nef). Finalmente, pienso: "Estos me tienen que pagar a mi la jubilación" y tengo miedo, pero tampoco me obsesiono, que se busquen la vida en el futuro. Pobres. Dan penica porque se han perdido muchas cosas. "Nací en 1996", me dice uno el otro día, y yo grité para mis adentros "¿en mil novecientos noventa y qué?". Y acto seguido le empecé a contar lo felices que fuimos en éste su país con los Juegos Olímpicos de Barcelona; que, por aquel entonces, el mando a distancia era el hermano pequeño de la familia al que mandabas levantarse para ver si, por un azar del destino, había algo entretenido en La 2; y que lo más revolucionario que te podían regalar era un walkman Casio que, a día de hoy, sería considerado armamento pesado y peligroso en cualquier instituto de enseñanza.
Terminé mi discurso con un suspiro y con la mirada melancólica en lontananza. Él puso cara de estar pensando: ¡Y qué yo tenga que pagarle la jubilación a esta!.

29 de marzo de 2010

Diferencias

"Yo no me dí cuenta de que era diferente hasta Tercero de Primaria", explica Samuel con una sonrisa blanca en la que, juraría, hay más dientes de lo normal. Éste joven, y prometedor futbolista "del Atlético", vive en un pueblo de la sierra madrileña desde que sus padres le recogieran en un orfanato haitiano hace ya quince años y seis meses. El día que descubrió que era "diferente" no se le olvida porque "fue muy gracioso". Tras una intensa jornada escolar, Samuel llegó a casa emocionado. En el colegio habían celebrado el Día contra el Racismo y la profesora les explicó que "en el mundo hay personas con distinto color de piel: blancos, negros, más morenos, menos..., pero todos somos iguales". "Como en esta clase, que hay un niño con la piel negra, pero que es igual que los demás, si se porta bien, se le premia, si se porta mal se castiga. ¿Lo entendéis?", les dijo la educadora y todos asintieron. Samuel, encantado, llegó a casa diciendo: "¿Sabes qué, mamá, en clase tenemos un compañero negro?". Almudena, su madre, sonríe al acordarse y asegura: "Pensé...¡a ver cómo le decimos que ése niño negro es él!". El entuerto se resolvió sin problemas y gracias a la mediación de Pedro, el hermano mayor, que le cogió de la mano y le llevó a su habitación para que viera un cartel de Michael Jordan...."es como tú, ¿ves? y tú también serás una estrella de la NBA, Samu", sentenció Pedro.

Pasaron los años y el baloncesto, a decir verdad, nunca atrajo las querencias de aquel niño que un día de marzo de hace siete años descubrió que era "diferente" al resto de sus hermanos y sus compañeros de clase por el color de su piel, pero igual que ellos "por todo lo demás". Eso sí, Samuel reconoce que alguna vez le han intentado ofender utilizando su "diferencia" como insulto. Él "pasa de todo". Aunque al acordarse de "esas chungadas" se pone serio y habla con una claridad que asusta para su adolescencia: "La gente es muy ignorante, me parece tan absurdo juzgar a alguien por el color de su piel que la gente que lo hace me da hasta pena, porque se pierden muchas cosas", señala el chaval mientras muestra una sonrisa y la foto de Jimena, su novia, que también es "diferente" porque "es una empollona que saca notazas".

1 de marzo de 2010

A "Los de La Voz"



Una de las mejores oportunidades que ofrece el ejercicio del periodismo es que permite conocer a personas increíbles. A veces, quien te sorprende es un entrevistado, otras, y juro que puede caber la posibilidad aunque sea muy pequeña, hasta encuentras a algún político comprometido y eficaz que vale la pena. Si bien, para ser sincera, a mí quien más me han sorprendido en estos ocho años de profesión, han sido los compañeros de gremio con los que he tenido que bregar. A ver, y continuemos con la sinceridad, idiotas los hay, como en todos lados. Y a ello añadiríamos que el mundillo periodístico, en concreto, tiene mucho fantasma suelto. Pero por norma general he descubierto colegas con una curiosidad excelsa por las cosas que les rodean, ya sean músicas, imágenes, conflictos o conjuraciones. Con algunos de ellos he aprendido a no dejarme llevar por los prejuicios, a respetar opiniones (sobretodo las de fútbol), a compartir esfuerzos, alabanzas y críticas; a discutir hasta por qué desaparecen los bolígrafos.
Compartir horas de espera, ruedas de prensa, viajes al infinito de las montañas y horas y horas de redacción acaba convirtiendo la presencia de los compañeros en algo tan necesario como satisfactorio.
La injusticia y, ¡como no!, la crisis ha hecho que cuatro colegas de La Voz de Asturias -Isabel, Nacho, Carlos y Sofía- hayan tenido que "abandonar" la casa periodística de las cuencas mineras. La causa de la marcha de estos cuatro compañeros es que el periódico ha sido adquirido por el diario de tirada nacional "Público". El cambio de titularidad de la cabecera asturiana trajo debajo del brazo el despido de la mayoría de la plantilla. La ignominia sobre la que se asentó el proceso de regulación en La Voz de Asturias ha tenido como resultado que decenas de compañeros de profesión con una experiencia y un buen hacer más que probados, se encuentren ahora en la calle, mientras que la pésima gestión de la situación queda impune.
Seguro que Isabel, Nacho, Carlos y Sofía "los de la Voz", no tardan en encontrar otra labor, porque se lo merecen y porque además han demostrado una valentía, eficacia y talento tan grande, que el mundillo no se va a permitir perderlos de vista por mucho tiempo. A ellos cuatro, y a todos los demás "afectados", van estas palabras y un beso.


14 de enero de 2010

URGENTE: Haití necesita AYUDA



Las desgracias se ceban con los que menos tienen.
El operativo humanitario ya está en marcha, y en los países más pobres del mundo, como Haití, sin la ayuda de ONGs y organismos internacionales, generalmente la solución a las catástrofes es muy limitada para gobiernos que tienen serias dificultades para resolver los problemas sociales.

Por eso, Solidaridad Internacional en Haití ha comenzado a evaluar los daños causados por el terremoto de 7,3 grados en la escala Richter, que ha dejado en ruinas la capital, Puerto Príncipe.

Aunque se desconoce el número de víctimas, una ciudad con más de 2 millones de habitantes, es altamente probable que asciendan a miles.

Solidaridad Internacional ha abierto dos cuentas para hacer donaciones que serán destinadas a satisfacer las necesidades de una población devastada, que a si situación de precariedad se le suman las gravísimas consecuencias de la catástrofe.

Las cuentas:

Banco Santander

Titular: Solidaridad Internacional

Cuenta: 0049 0001 54 2210042242

Caja Madrid

Titular: Solidaridad Internacional

Cuenta 2038 1001 37 6000888882

La Cruz Roja Española también ha puesto en marcha un operativo para ayudar a las víctimas, y ha habilitado un número de teléfono para contactarse y ofrecer ayuda: 902 22 22 92.

Otras entidades se suman a la ayuda humanitaria, y la organización Intermón Oxfam, que trabaja en 46 países, habilita sus números de cuenta para colaborar.

La Caixa 2100-0765-81-0200111128

Caixa Catalunya 2013-0500-16-0213198878

Caja Madrid 2038-8978-17-6000016604

CAN 2054-0300-56-9157938948

Santander 0049-1806-91-2111869471

BBVA 0182-6035-49-0201502475

Banc Sabadell-Atlántico 0081-7011-11-0001698879

Triodos Bank 1491-0001-21-0010010201

Cáritas
ha habilitado un teléfono de donaciones, el 902 33 99 99. Además, dispone de las siguientes cuentas bancarias:

Santander 0049-1892-64-2110527931

BBVA 0182-2000-21-0201509050

La Caixa 2100-2208-39-0200227099

Banesto 0030-1001-38-0007698271

Caja Madrid 2038-1028-15-6000969697

Banco Popular 0075-0001-81-0606839307

Sabadell-Atlántico 0081-0216-74-0001306932

C.E.C.A 2000-0002-20-9100382307

Bancaja 2077-1277-10-3100146740

CAM 2090-5513-04-0040370409

Para ayudar a través de Save the Children:

Santander 0049 0001 52 2410019194

La Caixa 2100 1727 12 0200032834

BBVA 0182-5502-58-0010020207

Caja Madrid 2038 1004 71 6800009930

Teléfono 902 013 224

Las redes sociales están difundiendo también estos datos. De esta manera, los usuarios más activos de Facebook y Twitter tienen la posibilidad de difundir estos datos y de utilizar la facilidad de la transferencia electrónica que casi todos los bancos ofrecen a sus clientes en Internet.

11 de enero de 2010

¿Enfriamiento global?



Les xelaes no lu dejen marchar, aquí ta desde fae unos días. Puse-y de nombre "Siber".

30 de diciembre de 2009

Superstición, pereza y 2010


Calzarse y vestirse con lo mejor que tengas, tomar una cuchara de madera en la mano, coger una maleta en la otra, procurar dar el primer paso con el pie derecho, ponerse ropa interior roja y si, después de todo, te queda algún dedo libre, tomarse las doce uvas sin que se quede una en el plato. Estuve mirando por internet, que es esa herramienta virtual sin la que los jóvenes actuales ya no podríamos vivir, y he recopilado algunos de los consejos que, según la cultura de turno, deben seguirse para empezar el año con buen pie. ¡Qué sí, que sí! Que después va el destino y hace lo que le da la gana, pero por mi y mi supersticionismo que no quede, vamos.

Es como cuando eres pequeño y empiezas a plantearte retos tú solo por la calle. Tengo que llegar a aquella esquina antes que ese señor, tengo que alcanzar la parada de autobuses antes de que el coche rojo llegue a la rotonda. Y ahí ibas tú, con unos coloretes por la calle y unas sudadas de toma pan y moja. Si, por un azar de pecados, no podías cumplir la meta marcada en cuestión, rápidamente te buscabas otra hazaña para que la mala suerte no cayera sobre tí. Hubo una época de mi vida que me veía a mi misma haciendo tales mamarrachadas por la calle y me daba vergüenza ajena (sí, era ajena porque yo ni siquiera me reconocía a mi misma). Pero ahora no, gracias (o desgracias) a los tiempos en que nos ha tocado vivir he vuelto a mi más tierna infancia y vuelvo a creer en todas las supersticiones del mundo.

Y es que el 2009, no lo podéis negar, ha sido un año “plof” (la onomatopeya es la mejor opción que la lengua española me ofrece para el caso). El 2009 ha dado una pereza que te cagas y ahora que se acaba lo podemos decir bien alto. Estuvimos doce meses apechugando con lo que nos había tocado pero ¡basta ya!. Es hora de gritar a los cuatro vientos la Pereza que nos ha dado el 2009 con sus crisis, sus corrupciones, sus políticas, sus no políticas, sus ayudas inservibles a la compra de un coche, sus hipotecas impagadas, sus secuestros, sus curas retrógrados, sus embargos, sus despidos, sus miserias, sus huelgas y sus....¿a qué da pereza?.

En estos momentos de cambio de año, hago como el chiste de Forges que salió en El País: Dos hombres pasean por la calle, y uno le dice al otro “¿Qué pides para el 2010?”, a lo que el compañero responde “¿Yo?. ¡Qué se callen!”. Pues eso, que en el 2010 se callen los chulos, los prepotentes, los egoístas, los reaccionarios, los envidiosos, los pardillos, y no sigo porque igual me tengo que callar a mi misma.

Así que, si para que se cumpla todo lo que quiero, me tengo que poner mis mejores galas, coger una cuchara de madera con una mano, una maleta con la otra, ponerme bragas rojas y hacer malabares para tomar las uvas lo haré. (Solo espero no aparecer el día 1 en el telediario como la gilipollas que se rompió un brazo por superstición). Si consigo superar el “entramado” de las doce de la noche del 31, brindaré porque el 2010 nos traiga a todos buenas noticias

5 de diciembre de 2009

Ardor de mala leche

Hace un año me dieron un golpe al coche. El vehículo en cuestión estaba correctamente estacionado y una señora sin escrúpulos (y sin carnet porque conducía uno de esos minicoches para los que no hace falta permiso) le dio un hostión que dejó la puerta del copiloto como una obra de Barceló. Dos testigos vieron el incidente y cogieron los datos de la susodicha mujer. Después me avisaron y yo, inocente de mi, fui a la aseguradora (Mapfre) con toda la información del incidente, incluidos los teléfonos de ambos testigos.
Doce meses después ahí sigue el abollón. Ni los testimonios de esos buenos conciudadanos ni el hecho que desde hace cuatro años pago religiosamente las cuotas del seguro, sirvieron para nada. Cierto es que uno de los testigos fue el cuponero de delante del Hospital Adaro y eso puede restar fiabilidad a sus palabras pero el hombre me asegura que, por el ojo que ve, lo observó todo con nitidez y claridad. De hecho, resumió el percance como "fue una cabrona". Algo que, a mi juicio, deja claro que el paisano se enteró de la movida perfectamente.
Total, que llevo doce meses, con las consiguientes visitas a la oficina de la aseguradora, sin que me den una solución a la abolladura de mi purrusaldo de cuatro ruedas y, la verdad, estoy empezando a cansar. Tardé, porque siempre fui de reacción lenta para las cosas que me afectan, pero es que esta mañana empecé a pensar en ello mientras me duchaba y me entró un ardor de mala leche que para qué contaros.
Resumiendo: Hasta las narices estoy de que las aseguradoras, telefónicas, empresas del gas, agua, basura y un largo etcétera hagan el agosto a costa de mi cuenta corriente. Cuando son ellos los que tienen que arreglar, reparar o devolver no hay con quien contar. Es como para tirarse al monte.

27 de noviembre de 2009

¿Estas ahí?


No hay cosa que más rabia me de que alguien se ponga delante y me pregunte: -¿Estás ahí?; o que me vea comer y pregunte: ¿Estas comiendo?, o que me vea leer y pregunte: ¿Estas leyendo?.¡Uf!. No, sí te parece yo, el libro y la fabada somos hologramas y tu estás para que te encierren en la Cadellada. Apetece responder así, la verdad. Y no lo haces, porque la rabia a la hora de "sociabilizar" con el resto de la humanidad está mal vista y porque, depende de quien esté delante tuyo (llámese madre, abuela, tía o demás familia), te puedes ganar una colleja "expres" que pica para el resto de la tarde.

Salvo ciertos capítulos de mi infancia -que no puedo comentar bajo pena de pagar cincuenta euros a mi hermana-, la agresividad nunca fue lo mío. Yo soy más del diálogo. Como el enano del chiste de guerra de Gila, que lo metían en un 600 y lo mandaban al frente enemigo para que insultara: “No mata, pero desmoraliza”.

El problema es que las palabras, cuando por el medio se mete algún culete de sidra de más, se convierten en nebulosas y, por otro lado, hay porteros de discotecas madrileñas que en su vida oyeron hablar de la Viuda de Angelón y ni ganas que tienen.

Una caja de sidra llegada de tierras patrias fue la causante de mi única discusión con un "segurata" en la capital del regino. Tras diez minutos contándole las bondades de la bebida autóctona, en cuestión de segundos el maromo me cogió con una mano, me levantó dos palmos del suelo, me apartó a un lado y me cortó el vacilón de raíz. Durante este lapso de tiempo, quiso ofenderme diciendo que yo era “una paleta de pueblo”. ¡Ya ves.! No me disgustó eso, la verdad. Además de ser cierto, lo llevo a mucha honra. Eso sí, cuando después, miró hacia mi, y me preguntó “¿Estás ahí?” no lo pude resistir: “No, si te parece soy un holograma y bla, bla, bla...”. Nunca dieron tanto de sí dos piernas.

29 de octubre de 2009

Mi otoño en Nueva York

Los que tienen facebook ya las han visto, así que me parece justo y necesario que también vosotros "los sin facebook" podáis verlas...Un besín

28 de octubre de 2009

Un millón o más...


Situémonos espacio temporalmente: Nueva York, 17 de octubre de 2009. Una, que es de pueblo y por lo tanto más urbanita que nadie, disfruta de sus primeras horas de vida en la Gran Manzana. La susodicha una llega al único supermarket abierto tan tarde a esas horas del domingo otoñal y compra cuatro cosas para el desaryuno. Se pone a la cola mientras palpa sus primeros dólares y piensa en euros. Da un vistazo de curiosidad alrededor. Dos jóvenes con cervezas, un estante repleto de miles de mostazas, flores, pasteles, un policía en la puerta y detrás, dos señoras bien vestidas que rondan la setentena. Las mira a ellas que parecen embelesadas observando la fruta: “Madre fía, nun me digas que estes manzanes no son prestosísimes...”. ¡Ay, dios! “¿Pero de dónde son ustedes?”, “De Luanco, ¿y tú?”. “De la Cuenca”. “Bueno, ¡pues a pasálo bien, neña!”.
Bien, ésto que acabo de contar, lo juro, es una situación real y me pasó a mí. Sí, yo soy la susodicha “Una” cuya vida no hace más que confirmar cierta teoría a la que se sumó hace años y que apunta que, en realidad, los asturianos somos más del millón de personas que asegura el censo del Instituto Nacional de Estadística (INE). Porque, a ver, no es posible que podamos ser “sólo” un millón de paisanos en esta región y aún así estemos presentes en todos los puntos del globo terráqueo, a cualquier hora del día. La teoría no es mía, a qué lo voy a negar. La leí hace años en un artículo firmado por Suso Cuartas y, desde entonces, me he unido a ella como una fanática más. Es más, ya hace años que rondaba por mi alrededor semejante ideario. Tenía un profesor en la facultad que decía que si ibas a dar una conferencia a Pekín sobre genética molecular y preguntabas si en la sala había algún gallego, seguro que alguien levantaba la mano para decirte: “No, pero yo soy asturianu”.

Me gusta eso de que en el imperio astur de pensamiento, palabra y afirmación, al igual que en Nueva York, no se duerma nunca, que tampoco en él se ponga el sol.

12 de octubre de 2009

Quedan 5 días....



y tengo que hacer 50.000 cosas antes de coger el vuelo, es decir: 10.000 cosas al día...

27 de septiembre de 2009

Un buen comienzo



Falda de flores de mil colores, chaqueta azul marino, calcetines blancos de "perlé" y diadema en la cabeza. De esas trazas empecé, a los once años, sexto de EGB en mi nuevo colegio. Con esas pintas de niña inocente, de mano ya os puedo decir que se la estaba metiendo doblada a todos. El engaño duró poco. En el primer recreo, mis compañeros se dieron cuenta de que el aspecto delicado que me envolvía no tenía nada que ver con la "marimacha" que habitaba dentro de mi. Ese día fui la capitana de uno de los equipos de fútbol y primer alumno/a, que se recordara en la breve pero intensa vida del colegio, en meter cuatro goles vistiendo falda de flores de mil colores, chaqueta azul marino y calcetines blancos de "perlé". Ese inicio de curso de 1991 fue, sin dudas, uno de los mejores comienzos de algo de toda mi vida. Sé que es así porque la "marimacha" que aún hoy reside en alguna parte de mi, se emociona cada vez que recuerda el tercer gol.

Los principios de las cosas son importantísimos. Los finales felices tienen más "tronío" en la sociedad actual pero donde esté un buen comienzo que se quite el resto.

Sólo hay una cosa que se le podía reprobar a los inicios cuando te vas haciendo mayor. De adulto, pocas veces te dan la oportunidad de mostrar tu valía a los compañeros y jefes con un balón en los pies.

Las cosas serían distintas si en las entrevistas de trabajo estuvieran presentes Mejuto o Quini en vez de los psicólogos de turno (el gremio va a empezar a odiarme). Pero empezar algo, por baladí que sea, en la edad adulta es un poco más complicado personal, profesional y, cómo no, burocráticamente. ¡Mamina!. ¡La pila de papeles que tuve de paseo entre la oficina de la Seguridad Social, Hacienda y el Servicio de Empleo para conseguir entrar en el régimen laboral de los autónomos!. Como será la cosa que yo no tengo del todo claro si ya soy autónoma o si acabaré en la cárcel por desfalco antes de fin de año. Me empanaré de algo cuando abra la puerta y se me pongan delante dos agentes de la policía judicial para llevarme de frente a la cárcel. ¡Quién sabe!, lo mismo en el patio de la trena hay un balón.

24 de agosto de 2009

Traumas infantiles

Nacer hace casi tres décadas, y recalco lo de casi, me evitó tres cosas: no tuve que poner aparato de dientes (de aquella no se llevaba), no me vi obligada a estudiar inglés (what?) y nunca pisé la consulta de un psicólogo. Hace casi treinta años, casi, si te movías de un lado para otro, rompías las cosas -incluso la piñata sin “brakets”– y hablabas como una cotorra, eras un “trastu”. Y punto. Porque el mundo de la psicología no descubrió la hiperactividad infantil hasta los noventa y después, para qué vamos a negarlo, todo cambió. Pese a la personalidad que me gastaba en mi más tierna infancia, de marcada tendencia al “trasterismo”, tengo que reconocer que no me comí grandes marrones ni castigos. Algún escobazo, zapatillazo y/o “ñalgazu” a mano abierta sí, pero nada más. Los adultos que me aguantaron tuvieron que hacerlo a pelo, con la única herramienta de la palabra y, en última instancia, de una escoba, zapatilla y/o mano. Lo pienso desde la distancia y fue un acierto haber nacido entonces. Las calles de mi pueblo tenían sus reglas y las acatabas sin por ello tener que ir los martes de cinco a seis a contárselo a un individuo de gafas de pasta y diploma en la pared. Normalmente, en los juegos mandaba siempre la misma persona. No tenía que ser el mayor, ni siquiera el más fuerte. Era el líder y si olvidabas la norma te podía caer un tortazo (en este caso la palabra sobraba). Mirándolo desde estos momentos de la vida, lo que nos hubiera gustado es que ese “jefe” de la calle sí fuera al psicólogo, al menos habríamos descansado una hora a la semana.

Tampoco es que ahora se viva mal como infante de la casa. Los cuidamos, los defendemos, jugamos con ellos, visitan el dentista con asiduidad y sobretodo, los mandamos a campamentos de verano bilingües, que les permitirán pedir comida, alojamiento o ropa en casi cualquier parte del mundo sin por ello tener que recurrir a una sarta de gestos que les hagan parecer mimos en pleno Trafalgar Square. Además, al final la vida es como un bucle y resulta que pasan los años y casi en la treintena te plantan unos hierros en la boca, porque para tener unos dientes bonitos ya no hay edad, y el jefe te obliga a aprender inglés aunque tus relaciones laborales no vayan más allá de Tudela Veguín. Creo que mañana le voy a pedir cita a un experto.

29 de julio de 2009

Que me toquen las copas, que me toquen las copas....

El grupo de amigos está formado por nueve personas, cinco tienen carnet y cuatro coche. Cuando deciden acudir a cualquier evento donde el alcohol vaya a estar presente (y eso, en esta Cuenca de nuestras entretelas, es lo mismo que decir "siempre que deciden ir a un evento") tienen que llevar, al menos, dos vehículos como medio de transporte. Así que, dos de esos amigos (al menos), se ven abocados a: abstenerse de tomar un culete, "naguar" con cada culete que toman los demás y, tercero y más importante, aguantar las locuras transitorias, exaltaciones de la amistad, cantos regionales y alguna que otra caída de sus compañeros. Todo con cara de póker y con un rezo interior a modo de "tantra": "Que me toquen las copas, que me toquen las copas, que me toquen las copas". Y es que, este grupo de amigos formado por nueve personas, cinco de ellas con carnet, han decidido llevar a cabo un ritual cada vez que se van de fiesta: Cogen cinco cartas de la baraja, tres de ellas del palo de las Copas y dos de Oros, las barajan y eligen. Si tocan copas, marchuqui; si tocan oros, cara de póker. El que va a conducir es denominado, a partir de cierta hora de la noche: "La Ficha Verde". Es lo que hay.
Pero héte aquí que hay veces que la Ley de Probabilidad y Estadística juega malas pasadas. Hay una integrante de ese grupo de amigos al que, desde hace cinco fiestas, le han tocado oros. Es decir, hace cinco fines de semana y/o fiestas de guardar, que se dedica a ser la chófer de su pandilla, con lo de aguante, paciencia y responsabilidad que ello conlleva. Lo han acertado. Ésa "suertuda" soy yo. Y estoy hasta las narices de la Cerveza sin alcohol (que sabe igual que el tazón de cereales que me tomo todas las mañanas), del Biosolan (que tengo la vitamina C por las nubes) y de la Coca Cola (que encima llego a casa y no soy capaz a echar un sueño). Aprovecho pues esta columna para decirle a mis amigos una cosa: ¡Cabrones! (he mirado en el libro de estilo y no corrompo ninguna ética por insultarlos, que lo sepan los lectores). También quisiera remitir un mensaje a los agentes de la Guardia Civil que velan por nuestra seguridad: "Señores, cuando me vean conducir un coche con cara de póker, párenme y háganme el control de alcoholemia. Por favor. Que la noche me sirva para algo". Es que estoy hartita de que se me acerque el agente, me salude marcialmente, asome su cabeza al coche, vea el coro que llevo detrás entonando por quincuagésima vez "El Chalaneru" y me diga: "Siga circulando". Ya sé que doy pena, eso lo tengo más que claro, pero señor, que llevo siete horas sin tomar un culete. Ya que me para, hágalo, hágame soplar y regáleme la boquilla para mirarla cuando esté en la cocina de mi casa esperando a que me entre el sueñu y me pueda poner a rezar, a modo de "tantra": "que me toquen las copas, que me toquen las copas".

25 de junio de 2009

De boda y yo con estos pelos


Paulo y Soraya se dieron el sí quiero, fuimos testigos de ello, lo pasamos genial. En estos momentos, los novios, se encuentran en Ibiza y los odiamos un poco. Lo que popularmente se conoce en España como "envidia cochina".

22 de junio de 2009

"Nos vamos de vacaciones"


El último día de las clases, nuestros padres nos recogían a la puerta del colegio y nos mandaban a comer a casa de la abuela, lugar que ya no abandonaríamos en los siguientes tres meses. Al principio, la vuelta a casa no se producía hasta justo el día antes de que arrancaran las clases. El retorno a la civilización se hacía tan duro que las dos precisamos de asistencia psicológica para poder enfrentar, en perfectas condiciones psicomotrices, la recuperación de los horarios y las obligaciones y el abandono del salvajismo que tan bien nos había sentado. Fue el propio psicólogo infantil el que recomendó a nuestros progenitores, tras ver cómo mi hermana y yo nos subíamos a su mesa para colgarnos de la lámpara, que procuraran traernos a casa una semana antes del colegio, para ir adaptándonos a la situación. Eran siete días infernales de llantos, recuerdos y saltos hacia las lámparas. Atrás habían quedado las horas en el río, las bolsas de pipas, las fiestas, los amigos estivales llegados de medio mundo. En esta lista de cosas buenas del verano iba a incluir el sol, pero partiendo de la base de que la casa de mi abuela está en Llanes y que allí como le de un verano por orbayar no para hasta diciembre, vamos a obviarlo. El final del verano estaba lleno de emociones (¿quién no lloró escuchando la canción del mismo nombre), de promesas (“juro que te voy a escribir todos los días”), de bronceado (si se dejaba el tiempo), y de memoria. La misma que recordarán en secreto, dentro de mucho tiempo, mis vecinos Samuel y Ángel, dos hermanos pecosos y alegres de once y ocho años que ayer me encontré en la calle. Con una maleta al hombro, que ya no era “la de los libros”, y una sonrisa indescriptible los dos me dijeron al unísono “nos vamos de vacaciones”. Les devolví una sonrisa llena de melancolía. ¡Quién pudiera cambiarse por ellos!... y volver a aquel pueblo, a las bolsas de pipas en las escuelas, a los amigos llegados de todo el mundo...

24 de mayo de 2009

"Calla, que empieza la novela"

En verano, los niños de la casa esperábamos a que los mayores se sentaran frente al televisor a ver la telenovela de turno para hacer maldades por los alrededores sin tener que recibir la adulta mirada inquisitoria o, en casos de extrema travesura, una hostia. Un día, durante un capítulo de Cristal, gastamos diez kilos de pintura negra en convertir tremenda roca en carbón. Nuestra intención, tras la conversión, era prenderle fuego y que ardiera “para toda la eternidad”. No resultó, pero la piedra, veinte años después, sigue negra (como el carbón).

Otra tarde, mientras el milagro del amor hacía que Topacio recuperara la vista, nos dedicamos a hacer un curso acelerado de corte y confección, sobretodo de corte, con la ropa del tendal. Maldita la gracia que le hizo a mi tío tener que gastar, el resto del verano, unos calcetines que, por uno minutos, habíamos llegado a convertir “en el último modelo de Valentino”, versión Barbie. ¡Schhhhhhhh, calla que empieza la novela!, nos decían y, despacito, nos escabullíamos entre las patas de la mesa para salir a la calle.

El mundo era todo nuestro y la sensación de poder tan grande que en la mayoría de las ocasiones nosotros mismos nos delatábamos peleándonos por ver quién comandaba la aventura. Así que en una misma jornada podíamos llegar a descubrir varias sensaciones: el poder, la ira, la humillación y, dependiendo cuál fuera el alcance de la ocurrencia, también el dolor. Gracias a las telenovelas también podías darte cuenta de cuándo alguno del grupo había llegado a la edad del pavo. Era el mismo día que, ya de mañana, te decía “yo igual me quedo hoy a ver de qué va eso de la telenovela que dicen que está entretenida”. El caso es que tú llevabas un tiempo mosqueada porque desde hacía unos días estaba medio tonto con cierto veraneante del pueblo, y no paraba de suspirar en toda la noche, y después también suspiraba delante del televisor, viendo a los protagonistas de la novela en cuestión queriéndose. Claro, algo veías venir.

Mi edad del pavo llegó con una serie venezolana. ¡Dios qué disgustos pillé con las idas y venidas de amor de aquellos protagonistas!. Hasta llegué a pensar que yo pasaba de aquello, que a mi tanto sufrir no me podía venir bien. El caso es que estos días, y aprovechando que los jefes han tenido la delicadeza de adelantarme las vacaciones estivales mandándome al paro, he encontrado la susodicha telenovela en Internet. He estado bajándome los últimos capítulos que no llegué a ver en su día porque se el verano terminó y con él las sobremesas silenciosas frente al televisor. Descargo los episodios bajo la internáutica mirada inquisitoria del churri. “A veces me das miedo”, me dice. Y yo pienso: “pues mira, o esto o pillo un bote de pintura negra de diez kilos y me pongo a ser creativa”. Por cierto, al final, cásense. Y sí, lloré.

12 de mayo de 2009

30 de abril de 2009

Voy con la moda

La jefa apeló a "la actual coyuntura económica, bla, bla, bla, bla, bla, bla...." para decirme que no me renuevan el contrato en La Nueva España. Después de dos años de prácticas, tres de colaboradora y dos más de redactora abandono el barco nuevaespañero y entro en el estatus social de moda: el paro. ¡A buscar curro se ha dicho!

28 de abril de 2009

Imperdibles (I)

Javier Ortíz, escritor y columnista, nació en Donostia-San Sebastián el 24 de enero de 1948 y murió el pasado 27 de abril de 2009 en Aigües (Alicante), tras dejar escrito su propio obituario. Con sus palabras inicio la sección "Imperdibles" de este, mi blog.


"Javier Ortiz fue el sexto hijo de una maestra de Irún, María Estévez Sáez, y de un gestor administrativo madrileño, José María Ortiz Crouselles. Sus abuelos fueron, respectivamente, un señor de Granada con aspecto de policía -lo que tal vez se justifique considerando el hecho de que era policía-, una señora muy agradable y culta con allure y apellido del Rosellón, un honrado y discreto carabinero orensano con habilidades de pendolista y una viuda de Haro casada en segundas nupcias con el recién mencionado, Javier Estévez Cartelle, del que se derivó el nombre de pila de nuestro recién difunto. Si algún interés tienen todos estos antecedentes, cosa que dista de estar clara, es el de demostrar que, en contra de lo que suele pretenderse, el cruce de razas no mejora el producto. (Obsérvese qué gran variedad de procedencias se puso en juego para acabar fabricando a un vasco calvo y bajito.)

La infancia de Javier Ortiz transcurrió en San Sebastián, ciudad que le venía muy a mano, porque nació allí. Se dedicó básicamente a mirar lo que había por sus cercanías, en particular el pecho de las señoras -ahora que ya está muerto podemos descubrir ese inocente secreto suyo-, y a estudiar cosas tan peregrinas como las ciudades costeras del Perú, de las que no logró olvidarse hasta su postrer respiro. Los jesuitas trataron de encauzarlo por el buen camino, pero él descubrió muy pronto que era comunista. Eso malogró del todo su carrera religiosa, ya de por sí poco prometedora, sobre todo desde que notó con desagrado el interés que algunos sacerdotes ponían en sus partes pudendas.

Su primer trabajo como escribidor, aparecido en una página del periódico del colegio, fue, curiosamente, una necrológica, con lo que cabría decir que su carrera como periodista ha resultado capicúa, singular circunstancia de la que muy pocos podrían presumir, aún en el improbable caso de que lo pretendieran.

A los 15 años, hastiado de las injusticias humanas -algunas de las cuales seguían teniendo como referencia obsesiva los pechos femeninos-, decidió hacerse marxista-leninista. Los años siguientes tuvo que emplearlos en averiguar qué era eso que acababa de hacerse, a lo que contribuyeron decisivamente algunos esforzados miembros de la Policía política franquista.

A partir de lo cual, se dedicó con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año. Fue cambiando de punto de residencia, no siempre por voluntad propia -ahí merecen especial mención sus estancias carcelarias y su exilio, primero en Burdeos, luego en París-, pero jamás varió su inquebrantable afán de agitador político, que él pretendía haber adquirido, por absurdo que parezca -y sea, de hecho-, en la lectura de Los documentos póstumos del Club Pickwick, de don Carlos Dickens, y de las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Padarox, de don Pío Baroja.

Burdeos, París, Barcelona, Madrid, Bilbao, Aigües, Santander... Recorrió incontables sitios y holló innúmeros parajes sin parar de escribir, erre que erre. Zutik!, Servir al Pueblo, Saida, Liberación -y Mar, y Mediterranean Magazine- y El Mundo, y una docena de libros, y varias radios, y algunas televisiones... Por escribir, incluso escribió para otros y otras, ejerciendo de negro en momentos de particular penuria. También lo hizo a veces por amistad.

Movido por la lectura del Selecciones de Reader's Digest y otras publicaciones estadounidenses tan aficionadas a ese género de operaciones, un día decidió calcular cuántos kilómetros cubrirían sus escritos, en el caso de colocarlos todos en una sola larguísima línea de cuerpo 12. El resultado de la estimación fue concluyente: ocuparían la tira.

En materia de amores (de la que sería injusto decir que careciera de alguna experiencia), también fue capicúa. Decía que las mejores mujeres, las más cariñosas y las más nobles con las que compartió sus días (sin desdeñar dogmáticamente a ninguna otra), le resultaron la primera y la última. Aunque la favorita le apareciera por medio: su hija Ane.

Y todo para acabar con algo tan vulgar como la muerte. Por parada cardio-respiratoria, como queda dicho. En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo.


25 de abril de 2009

25 de abril



¿Puede haber un nombre más guapo para una Revolución que "la de los claveles"? Tal vez sí, pero los que padecemos de lusofilia siempre elegiremos éste.

17 de abril de 2009

Modesta a referéndum y/o Referéndum modesto

Cuando me desperté, Modesta casi ya no estaba allí. Es lo que tiene vivir entre el antiguo lavadero de carbón y la Química del Nalón. Que una se acostumbra a ver fierros por todas partes, va un día, no avisan, los quitan y te da un amago de apoplejía que te quedas en el sitio. No hay derecho a que nos hagan estas cosas. El otro día volvía de vacaciones de Semana Santa y la verdad, pasé medio viaje sufriendo. Pensaba: «Mamima, ya verás, a que llegamos a Sama, ta tó cambiao y no encontramos ni el portal». Cuando enfoqué el puente de los tirantes (que seguro que tiene un nombre más oficial) y ví que todo estaba más o menos igual, respiré. No comenté nada del come come que traía porque después me llaman rara y tampoco hay derecho. El caso es que, al día siguiente, asomada a la ventana y viendo las labores de desmontaje que están haciendo en Modesta cavilé: «¡Menuda parcela que nos queda aquí en medio de Sama! ¿Y ahora, qué hacemos con esti terrenín?».
En un alarde de deformación profesional, salí a la calle a palpar la opinión de los langreanos y adyacentes. Lo que se viene a llamar un referéndum de palu y/o de andar por casa. ¿Qué pondrías tú en el suelo de Modesta?. Ésa era la única pregunta del plebiscito popular. Las respuestas fueron variadas. Paso a resumirlas.
«Fácil. Una macrosidrería en la que no sólo puedas tajate, sino que también tengas la oportunidad de catar diferentes modalidades de sidra, hacer cursos de escanciao y, por supuesto, fumar sustancies ilegales», apuntó Julitona «La Garabata», natural de Sama y residente en La Fresneda desde que una disputa vecinal relacionada con una plantación la obligara a abandonar el barco langreano.
Holegario Fernández (sí, con hache), vecino de Ciañu «de toda la vida», apostó por «trasladar la zona de juegos infantil del parque Dorado a las instalaciones de Modesta». La razón de Fernández fue la siguiente: «Tengo un nietín de dos años y la mi fía trabaya, así que lu llevo toles tardes al parque pa que airee. Como los columpios tan a la vera el río, llevo dos años sin apear el resfriao. Esti añu púseme la vacuna de la gripe dos veces, una en el ambulatorio de Ciañu, en noviembre, y otra en Boñar en el Puente de la Constitución, porque-y dije al médicu que tovía nun la había tomao. Pero ¡qué va, ni con eses!».
Otra de las opiniones recogidas, la resumen muy bien estas palabras de Jennifer Casas Matas: «Que levanten un museo en honor a Cabano el de Física o Química que el otru día vilu en La Pola y flipé».
En el abanico de ideas aportadas a este referéndum destacan, además, la posibilidad de que se construyan en la zona unos chalecinos adosados, de que se habilite una gran zona verde, que se ponga en marcha un polígono industrial al que podríamos llamar «No es Riaño VI» y/o que «construya un polideportivo como el de La Felguera». Pero todas estas, que queréis que os diga, me parecen más aburridas como para detallarlas.
Ahí dejo el testigo para que lo recoja quien buenamente tenga a bien y/o gobierne este municipio.

22 de marzo de 2009

Quietorl.....

“Quietorl”, “no puedorl”, “norl”. Vamos a ver. Hace, por lo menos, diez años que Chiquito de la Calzada no sale en la tele. Entonces, ¿Qué ha hecho este hombre a nuestras mentes para que generaciones y generaciones de españoles sigamos, desde hace una década, acabando la mitad de nuestras frases en “orl”? Yo soy la Real Academia de la Lengua y no me preocuparía ni por las incursiones del inglés en el castellano ni por eso de que para entender los mensajes de móvil de los jovenzuelos haya que ser licenciado en paleontología con la especialidad en jeroglíficos. (No es broma. Hay padres de las Cuencas que ya han remitido instancias a Fucomi para que en la próxima convocatoria de cursos de la Universidad Popular se incluya un taller sobre “Lectura de sms adolescente: abreviaturas y otros conceptos”).
Con todo, lo peor no es que los vocables de la “chiquitilengua” se acaben en “orl”. Tengo una amiga que cada vez que dice una “chiquitipalabra” se echa la mano al riñón y pega un saltín. “No puedorl, no puedorl”, dice, y salta. A mí esa actitud, más que vergüenza ajena, me da dentera. Como cuando pienso en que muerdo un jersey de lana pura. Algo que, paradójicamente, no me pasa con “po zí” o “cuñaaaao”. Efectivamente, soy de las que doblo la espalda hasta que el jorobado de Notre Dame parece una modelo de la pasarela Cibeles y recito: “Po zí Amparo, ¿tas fumao un porro? Po zí, po zi". Por no hablar de mi inclinación a pegar un papel y/o chicle en mi paleto superior izquierdo (otrora roto por un castañazo que me dí en mi más tierna infancia) para repetir sin descanso “Cuñaaao, no eres bueno ni ná, cuñaaao”. Menos mal que mis dos ídem, a los que vamos a denominar J. e I., se parten el culo cada vez que se lo digo, porque si no, es como para poner en entredicho su relación con la familia política. Y ya en el fin del repaso mental a alocuciones frikis del castellano aparecen otras que, en mayor o menor medida, han ido desapareciendo o no se conoce el origen. Hablo de frases como «ya vestruz» o «digamelón». Hay gente romántica que sigue utilizándolas en su vida diaria con la consiguiente mirada de desaprobación del auditorio que pone cara de estar pensando «Dios mío, cuanto daño hicieron los ochenta».
«Jarl,hasta luego, Lucarl»

10 de marzo de 2009

Gila

Era el mejor...


24 de febrero de 2009

A propósito de los Oscar



No me puedo creer que Hugh Jackman cante, baile y encima sea tan guapo como es.

22 de febrero de 2009

La televisión naranja

Mi infancia son recuerdos de una tele encendida. En concreto una tele pequeña y tan naranja por fuera que las imágenes en blanco y negro que salían de ella no lo parecían tanto. Era de las que se colocaban encima de la nevera y se decoraba con un tapete de ganchillo. La despedimos una tarde de invierno.A cambio, un aparato grande y en color pasó a formar parte del salón y de nuestras vidas. La ubicación del nuevo televisor me permitía escapar de la cama, a medianoche, para ver «Canción triste de Hill Street» y«Luz de Luna». Cuando me pillaban sentada en el pasillo siempre me hacían la misma pregunta:¿Tu hermana duerme?. Sí, sí, sí, sí, decía yo con declamación de ruego. «Pues anda pasa». Así me nacieron las ojeras.
Ojeras que no se me quitaron durante la adolescencia cuando me dio la ventolera de engancharme a los programas que, siempre, emitían de madrugada. Así me pusieron las gafas de vista cansada. Una de ellas era, claro, «Doctor en Alaska». La serie me gustaba porque me enamoré de Chris Stevens ( John Corbett ), locutor de la radio local K-OSO (KBHR).Años después me enteré que se trataba de una de esas «series de culto», pero yo , una ignorante de la vida, cuando no aparecía mi amado Chris, cambiaba de canal.En uno de esos «zapineos» vi el famoso programa inexistente de«Sorpresa, sorpresa» del perro, la mermelada y Ricky Martin. Paradojas de la vida, esa noche Asturias registró un terremoto. Movimiento sísmico que se repitió al día siguiente, pero ya sólo en mi casa, cuando no me creyeron a pesar de jurar y perjurar que era mentira lo del potorro porque yo había visto el programa entero y Ricky Martin no salía por ningún lado. No me creyeron hasta que IsabelGemio sacó un comunicado de prensa desmintiendo la mayor. Así me nació el tremendo respeto que le tengo a la presentadora. Gracias a ella volví a contar con la confianza del entorno familiar al que, por cierto, exigí la publicación de un comunicado interno con las pertinentes disculpas.
Con la Universidad llegó el desenfreno. ¡Fuera de casa y con una tele para mi sola!. Lo pienso y se me cae la baba a lo Homer Simpson. En los cinco años que me llevó sacar la carrera, allí estuvo ella acompañando los aconteceres madrileños. El mismo día que se estrenó «Los Serrano», me enteré de que una vecina le estaba poniendo los cuernos al marido con el dueño de un puesto de golosinas que había junto al portal y casi no me pude concentrar en la historia. Aunque la cima de mi querencia televisiva la viví unas jornadas más tarde. Esperaba el ascensor para subir a casa cuando junto a mí, y sin previo aviso, se posicionó Mayra Gómez Kemp.Os juro que si se pone a mi lado John Corbett no tiemblo tanto. «Voy al tercero», me dijo la Kemp. Y yo, en un alarde de desfachatez que sólo contaré una vez y que negaré el resto de mis días, acerqué mi dedo a los botones y con una sonrisa en la boca canté:«Uuuuuun, dosssssss, tressssss». Sin comentarios.
Todo este rollo para deciros que, si vuestras infancias también son recuerdos de una tele encendida, no dejéis de leer el libro«Pechosfuera» del asturiano Pepe Colubi.

18 de febrero de 2009

Pregunta del día

"A veces lo más inteligente es hacerse el tonto", rezaban unas cajetillas de tabaco. La pregunta que lanzamos al aire hoy es la siguiente:
-¿Por qué el que piensa que es el más inteligente en realidad es el más tonto?

4 de febrero de 2009

Playing for change (y lo que haga falta)

Y una, digan lo que digan, le cantan esto y va, y se lo cree:

1 de febrero de 2009

La historia olvidada de "El Jefe"


Pie de foto: Ceferino Álvarez Rey, Emilio Morán -comandante militar de León- y Hermino García. (Foto cedida por el colectivo "Todos los nombres")

Hasta hace unos días, cuando se publicó la noticia de su muerte, pocos conocían el nombre de Ceferino Álvarez Rey y su intensa vida. Todo comenzó a principios del siglo XX y acabó el pasado 25 de enero, con su fallecimiento en Toulouse, a los 100 años de edad. Ese día murió un padre, un abuelo, leonés de nacimiento y mierense de adopción; un comunista condecorado por la URSS, el militar republicano vivo de mayor grado. «El Jefe», como le decían en casa. Los responsables de la Fundación Juan Muñiz Zapico, de CC OO, y Luis Miguel Cuervo, presidente del colectivo «Todos los Nombres» han recuperado su historia.
Álvarez Rey nació en la localidad leonesa de San Andrés de Rabanedo en 1909 y, cuando aún era un niño, se trasladó con su familia a Turón. Hijo de minero, apenas levantaba dos palmos cuando inició su actividad militante ayudando a los trabajadores que se tenían que esconder por la represión posterior a la huelga de 1917. «El Jefe» comenzó a trabajar en la mina a los 15 años y se afilió al Partido Comunista en 1924. Fue uno de los fundadores del PCE en Asturias. Desempeñó los cargos de miembro del comité ejecutivo regional y secretario general del radio de Turón, y participó en la creación del Sindicato Único de Mineros (SUM), del que llegó a ser secretario. El SUM, que tuvo más 6.000 afiliados, nació tras la expulsión de los comunistas del SOMA y estuvo adscrito a la CNT hasta 1931. Cuatro años más tarde volvió a unificarse con UGT. El SUM fue ilegalizado, lo que no impidió que organizara las principales movilizaciones mineras de aquellos años.
La convulsa juventud de Álvarez Rey tuvo otro punto de inflexión en 1934. Durante la Revolución de octubre tomó parte activa combatiendo contra los cuarteles de la Guardia Civil de Turón y más tarde frente al Ejército en Campomanes. Al ver que había fracasado el movimiento obrero, emprendió la huida a pie hacia León con su hermano Virgilio y los hermanos Herminio y Pin García. Más tarde el grupo se separó. Luis Miguel Cuervo explica, en un texto de homenaje a Álvarez Rey, que la idea con la que funcionaban era que «un hermano de cada familia fuera por cada lado. Si caen unos, que no caigan los otros». Cuatro de los hermanos Álvarez Rey murieron como consecuencia de la represión: dos están enterrados en la fosa común de Oviedo, uno en el Pozo Fortuna y otro falleció en un campo de concentración en Francia.
Su primer viaje fuera de Asturias fue también el del primer exilio de Rey. Cuervo asegura que de León fueron a Madrid y San Sebastián, para después pasar a Francia. «Tras permanecer unos meses en París, viajó a Moscú, donde realizó diferentes cursos hasta regresar a España en marzo de 1936 acogiéndose a la amnistía decretada tras la victoria electoral del Frente Popular», señala.
La Guerra Civil es otra de las claves que explican la vida de Álvarez Rey, la que lo encumbró a los altos mandos del Ejército republicano. Tras el alzamiento militar, el mierense formó parte del Comité de Guerra de Turón. En agosto de 1936 se desplazó al frente occidental de Asturias, donde fue nombrado delegado político en la Comandancia Militar de Occidente y participó en la defensa de Cornellana. Más tarde ocupó el mismo cargo en la Comandancia de Trubia. Tras la militarización, llegaría a ser comisario político en la 8.ª Brigada de Asturias y más tarde en la 5.ª, 1.ª y 60 divisiones, esta última con puesto de mando en Lugones. Allí, el día 21 de octubre de 1937, recibió un enlace enviado por el mayor anarquista Víctor González, que le avisaba de que se había acordado la evacuación y que todo el mundo se marchaba esa noche. Le dijo también que su mujer, su hija y su cuñado ya habían embarcado en Gijón, y que lo mejor era que «intentara salir desde Avilés, porque en Gijón ya no quedaban barcos». González y Álvarez Rey recorrieron el camino hasta la villa avilesina apuntándose con una pistola. No se fiaban uno del otro. Pero la cosa salió bien y pudieron embarcar con otras 50 personas rumbo a Francia, desde donde pasaron a Cataluña. No cesó en su lucha para defender la «República legítima» y llegó a ocupar el cargo de comisario político de división en Teruel y en el Ejército del Ebro. Con la guerra terminada y perdida, y con la familia en el exilio, el objetivo de Álvarez Rey fue marchar de España. Consiguió llegar al norte de África, para pasar después a la URSS. Allí le sorprendió el inicio de la II Guerra Mundial. Versado, a su pesar, en las artes de la guerra, Álvarez Rey tomó parte en la batalla de Moscú, dentro de la 4.ª compañía especial de la Brigada Motorizada Independiente de Tiradores de la NKVD, integrada por 125 republicanos españoles. Él era el jefe, y su misión -nada más y nada menos-, defender el Kremlin. Más tarde, combatió en el Cáucaso.
Cuervo explica: «Entre las distinciones que tenía destacaban la condecoración de la Estrella Roja de la URSS, orden de la Victoria en la Gran Guerra Patria de la URSS, medalla de la Defensa de Moscú y el Cáucaso, y las conmemorativas de los 20.º, 30.º y 40.º aniversarios de la Victoria. También fue distinguido con la medalla de la Liberación de Yugoslavia».
Acabada la Guerra Mundial, se trasladó a Francia. Eran los años cuarenta y con ocasión del intento de invasión por el valle de Arán estaba previsto que formara parte de la segunda oleada para acabar con el régimen de Franco. Así, fijó su residencia en la localidad francesa de Toulouse. Nunca se olvidó de sus orígenes comunistas y desarrolló su papel como formador de cuadros del PCE. También participó en el congreso de 1959 del PCE en Praga. El resto de su vida trabajó, hasta su jubilación, como albañil.
Con la dilatada redacción de la vida de Álvarez Rey parece que no queda lugar para nada más, pero sí. Al parecer, y eso ya no aparece en su historia oficial, llegó a espiar al Ejército nazi vestido de militar alemán, y aunque él nunca lo contó «porque era secreto de partido», su familia y amigos creen que alguna vez volvió a España para participar en acciones clandestinas del PCE. «Desaparecía durante tres meses y cuando volvía a casa nadie preguntaba nada, seguían con su vida normal», apunta Cuervo. Porque Álvarez Rey siempre dijo que ciertas cosas se irían con él a la tumba y, como todas las promesas que hizo en vida, cumplió hasta el final.
Una íntima ceremonia familiar despidió, el pasado 26 de enero, a Álvarez Rey en Toulouse, donde reposan sus restos, y adonde tal vez lleguen las noticias de que su muerte sirvió para recordar que «El Jefe» pervive en la memoria de una nación que, ahora con leyes y homenajes, intenta recuperar los nombres que se creían olvidados.