A las 13:15 horas
del día 1 de abril, con un ligero viento del sureste, entró la
Primavera en mi casa. Fue una brisa silenciosa pero lo
suficientemente fuerte como para que la puerta de la terraza se
cerrara de un portazo. Sonó el timbre cuatro minutos después. Era
un mensajero, traía un paquete del que yo había conocido la
existencia esa misma mañana. Mientras firmaba el albarán divisé
cómo del bolso de la camisa del cartero sobresalía una pequeña
margarita. Sonreí: "Es primavera", me dijo señalando la
flor, y con las mismas se fue.
No abrí el paquete,
pero aproveché mi presencia en el medio del pasillo para transportar
el tendal desde el salón a a la terraza. Mientras colocaba el
armatoste (aún no se ha inventado un módulo de FP para estos temas
domésticos) me fijé en la vecina de enfrente, que atendía sus
plantas en el balcón. Me miró, la saludé y sonrió: "Es
primavera" sentenció mientras colocaba una nueva maceta en el
ventanal.
Primavera y
vacaciones porque suenan las notas de una flauta infantil en la
lejanía, eso significa que no hay cole ni horarios que marquen los
límites de los ensayos, y ensayos, y ensayos, y ensayos. Dejo la
terraza en el momento exacto. Evito otro portazo.
Decidida enfoco la habitación. Es primavera, pues habrá que cambiar
el nórdico. Me envalentono sin sentido. ¿Quién nos dice, después
de lo andado, que no nevará en abril? Vale más no pensarlo. Es
primavera, ha salido el sol y el cambio de hora ha obrado el milagro:
los atardeceres se han retrasado, la vida pide más calle y la calle
pide más vida.
Y respiras asomada a la ventana y te reafirmas
en la idea de que el tiempo es relativo. Ni la Primavera de 2013
llegó "el miércoles 20 de marzo a las 12h 02m hora oficial
peninsular" y además el invierno tal parece que llevaba décadas aquí...
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