Algún día lograremos mirar el 2012 sin la rabia que destilamos ahora cada vez que recordamos sus doce meses completitos (lease el "completitos" con rabia destilada). En cierto modo a mi ya me está pasando. No me hagáis caso, soy una sentimental y de tendencia peliculera pero es que lo veo marcharse y me da algo de nostalgia dentro...
Es cierto que el 2012 nos enseñó cosas sin las que podíamos haber seguido viviendo tan panchamente. La lista es "larguita" (rabia destilada): la prima de riesgo, la Troika, los desahucios en masa, la injusticia, la pérdida de derechos, los cierres, la caradura de muchos, el paro, las despedidas para siempre, la "aventura de la emigración" (que por cierto no hace ninguna gracia cuando la protagonizan nuestros amigos e hijas, primos, sobrinas, nietos y hermanas). La lista es tan "larguita" como dolorosa. De hecho vale más parar y no seguir pensando en el pasado año al que a partir de ahora denominaremos: "dosmildocedeloscojones".
(Respiraciones, buen rollo, respiraciones, buen rollo)
A poco que nos esforcemos (aunque cueste) también se le encuentran las guindas al pastel de 2012. Piénsalo. Seguro que hubo algo (o mucho) bueno. Tal vez solo fuera un instante. Pudo ser una cena, un viaje, un libro, un nuevo amigo, un grito que diste en alguna manifestación, una conversación, un resultado médico positivo, unas risas, una canción...¡Algo!. Con esto de las nuevas tecnologías y de que hay cámaras de fotos hasta en algunos empastes de dientes, es fácil echarle una mirada rápida al año y quedarte con una foto, una palabra o un instante. Con el equipaje de lo bueno nos adentramos en el 13, número al que, por cierto, España -y cuando digo España quiero decir país/nación/conglomerado/
Mi deseo: Salud, ideas, risas, proyectos, viajes, libros, películas, canciones, conversaciones y, oye, si hay que ir de manifestación, pues se va.
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