(Publicado el 14 de marzo de 2012 en La Voz de Asturias)
Les Cuenques son uno de los pocos sitios del Mundo en el que te puedes encontrar a unes pites roxes pastando en una rotonda que da acceso a una autovía. Esto es así. Postmodernismo en estado puro. Sé que hay gente a la que este comentario le puede parecer mal y sé también que alguno dirá: Mira ésta tiparraca poniendo a les cuenques mal para que se rían de nosotros y piensen que estamos/seguimos sin civilizar. Pero nada más lejos de la realidad. Mi intención nuca será hacer daño a esta tierra. Todo lo contrario. Soy "cuencófila" y "pancuenquista". Lo primero no lo puedo remediar: Me gusta todo de aquí. A lo segundo llegué por trabajo y, después de cinco años puedo decir que incluso en Mieres se puede encontrar una a gente maja por la calle. Afirmación que debe contar el doble porque viene de una langreana. Sí, me gusta todo de Les Cuenques. La sidra, los chigres, los pueblos, las calles, la gente, los vestigios industriales, las batas de flores de las mujeres y esa tendencia a mezclar risa y tragedia que, sin duda, nos hace dueños de uno de los humores negros más extravagantes de España. "Nos estamos quedando sin homes...¡Tan bien tous pallá, cangondiola!. Ponme una chapata", sentí decir a una mujer -con bata de flores- el otro día en la panadería. Todas las que estábamos a la cola nos reímos con la ¿gracia? de la señora que se vino arriba ante el éxito de crítica y público comenzó a recitar los pésames a los que había acudido en los últimos quince días. "¡Sin homes...!¡Venga!....¡Sin homes!", se fue gritando camino del Adaro mientras el resto de clientas y la mismísima panadera continuábamos riendo. ¡Vete tú a indagar el por qué!
Bueno yo, a todo esto, hago referencia a lo de les pites en la rotonda porque como lo del carbón no pinta bien y lo de la reconversión, ¿cómo decirlo sin que esto acabe en un disgusto?, pues tiene sus "lagunillas", creo que lo que tenemos que hacer es empezar a vender ipsofácticamente nuestra idiosincrasia, que esa sigue teniendo mucho éxito entre los forasteros. Yo ya me lo estoy imaginando. El Nalón y el Caudal llenos de modernos venidos de todos los puntos del planeta para ver y fotografiar las praderías cerradas herméticamente con somieres de muelles (práctica extendida a todo el Principado) o los muros con pintadas en las que se pueden leer palabras que son versos, reivindicaciones y, a la vez, amenazas. Como esa de: «Cualquier dii t' atarazo». (No digáis que no parece italiano del mismísimo Dante).
Ademas de modernos con gafas de pasta y cámara de fotos, aquí también podrían venir científicos de diversas disciplinas. Antropólogos que estudien el por qué de que, tenga la edad que tenga, el ejemplar macho de estas comarcas siempre acabará con un codo apoyado en la barra de un bar una pierna semiflexionada hacia atrás. Lingüistas que demuestren que las expresiones «calla ho» y «calla ne» bien podrían ser nombradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad o sociólogos que aclaren las razones que nos llevan a discutir cualquier cosa como si nos estuviéramos matando para terminar invitándonos a sucesivas rondas que, éstas sí, pueden acabar en tragedia. Pero eso ya es otra historia.
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