
Una gana un Mundial de Fútbol y se crece frente al mismísimo Pelé. Es lo que tiene. Y ya no digo nada si casi dos semanas después viene un chico natural de Pinto, ahí al ladito de Valdemoro, y se pasa otro Tour por el Arco del Triunfo. Con deciros que tengo las vacaciones pagadas en Cádiz y me apetece anularlas para ir por Europa en plan vacileo os lo digo todo.
Vacaciones. He dicho la palabra prohibida. Me la tengo prohibida en plan eventual, no como lo de los toros en Cataluña. A esta menda le toca pringar hasta finales de septiembre. Currar todos los santos veranos desde hace diez años acaba creando sobre la piel una pátina de misterio blanquecina, como de ver poco el sol tipo Iniesta, que hasta los vecinos me miran mal. Los que nos quedamos aquí tenemos algunos beneficios: Aparcar mejor y no tener que esperar mucho para cenar en cualquier lado son dos claros ejemplos, pero después está el tema ocio musical que puedes disfrutar casi sin moverte de casa. Mi concierto del verano ha sido el de Joaquín Sabina en Gijón. Sé qué muchos estaréis pensando: "¿Joaquín Sabina?, pero si ese tío es tonto, porque bla, bla, bla, bla, bla". Podéis decir lo que os queráis, sois libres. Me trae al pairo lo que penséis. A mi Sabina me gusta desde que tengo uso de razón y no voy a renegar de ello. Me da igual como sea Sabina, no voy a ir a cenar con él, ni siquiera me tiene en su grupo de amigos de Facebook (¿por qué será?). Además, es de Úbeda.