Amigos, kamikaces, malabaristas, políticos, purrusaldos todos: Llamáronme ayer pa decime que esti relato que os adjunto había recibido la mención honorífica en el Concurso de Microrrelatos Mineros "Manuel Nevado Madrid". El pecho se me hinchó (después volvió a su estado natural, o sea, una noventa cortina) y me alegré mucho. Sobretodo porque en mi casa, Nevado y su familia son, desde siempre, personas muy queridas. Aquí os dejo el microcuentu, dedicáu, eso sí, al mio Xuan y a su amor correspondido.
"El Daglas"
Sufría por verle desnudo, cubierto de una pátina de carbón, mientras el resto de compañeros hacía bromas en las duchas. Quería besarle y limpiarle, con delicadeza, la línea negra que le quedaba en los ojos porque nunca tenía tiempo para pararse a quitarla. Ernesto, que iba para cura, dejó el seminario y entró en la mina para estar al lado de Joaquín, que era también "El Paletu" por parte de madre y "El Daglas" por su parecido con el actor. Y así estuvo, cinco, diez, quince años…Fue el padrino de su boda, aguantó estoicamente la temporada que al otro le dio por ir de burdeles. "Ernestín, cagondiós, ven conmigo, que no se entera nadie"; y lo abrazó fuerte la tarde que, en el embarque, les sorprendió una ración de grisú que casi no cuentan. "¿Qué se te perdió a ti en Alemania, Ernestín, no me jodas?", le replicó pocas horas después en la barra de Casa Miguelo. "En Alemania nada, pero como siga aquí mirándote a los ojos acabaré perdiendo la cabeza", pensó mientras bebía la última caciplá a su lado. No hubo más palabras. Un billete de autobús le dejó en la Zentraler Omnibusbahnhof. Lo primero que vió fue el cartel del último estreno cinematográfico: " There was a Crooked Man…", protagonizado por Henry Fonda y Kirk Douglas.