31 de enero de 2007

El chigre de la Sábana Santa

(Vista del parque de Ciañu)

Ésta semana me he dedicado en cuerpo y sobretodo alma a relatar cosucas del Santo Sudario de Oviedo. De mano quedé con el deán de la catedral ovetense. Le esperé dentro del templo. Le insté a que me enseñara la tela por eso de que el reportaje fuese real como la vida misma. Pasó de mí. Después nos fuimos a tomar un vino. Un hábito muy de curas nada desdeñable. Más tarde hablamos largo y tendido del santo «pañolón». Tras el sacerdote llegó el turno de los expertos en el síndone, que son algo así como los responsables del departamento de Corte y Confección de Galerías Preciados pero en eclesiásticos. Vamos que a día de hoy controlo más del sudario de Cristo que Dan Brown de La Última Cena, y mira lo bien que le fue a él. Lo mismo me animo y escribo una novela. Ya lo estoy viendo: Un grupo de langreanos se reúnen en secreto en un bar de Ciaño todas las tardes de viernes. Entre culete y culete (de sidra) urden un maléfico plan para robar el sudario. Todo va bien hasta que Fonseca, el dueñu del chigre que en realidad es un agente secreto de la Guardia Suiza, los descubre y los paisanos comienzan a desaparecer en extrañas circunstancias. En dos meses sólo queda uno de los cospiradores, llamado Secades y a la postre presidente del San Estebán F. C.. El hombre logra robar el manto e inicia una huída peligrosa por La Colladona para escapar del chigreru y del Vaticano. En esto que llega a Cabañaquinta. Allí descubre, de casualidad, que todo era una engañiza. Los que él consideraba compañeros eran en realidad espías de una peligrosa secta lavianesa que querían utilizarlo a él para llevar a cabo el robo. Ellos no saben que Secades sí llegó a hurtar el sudario. Todo parece acabar bien porque los paisanos, después de intercambiarse cagamentos, fletan un autocar y marchan para Los Alcázares. En la imagen final se ve como Secades extiende una toalla blanca con manchas de sangre sobre la arena. Los demás nun se dan cuenta, pero Fonseca sí y le dice: «Nun te costaba na limpiala, gochón».

25 de enero de 2007

De nieves y otras coyunturas ferroviarias

Ha nevado. ¡Los esquiadores de España están de enhorabuena!. Yo que no soy esquiadora –bueno hoy lo fuí por unos minutos mientras intentaba bajar el Parque de San Francisco– me alegro por la nevada a ratos. Cuando estoy en casa, arropada por la manta azul del Economato de Hunosa, me alegro. Cuando amago con resbalar en lo alto del citado parque para acabar en Lugones, pues ya no me presta tanto que queréis que sus diga. Arropados como vamos por la calle para cubrirnos de estos fríos polares que nos acechan parecemos todos «jarraichus». A mí, cuando me veo de refilón en un escaparate, hasta me entren ganes de quemar un cajero, aunque solo sea para calentar las manos. El mini-invierno que padecemos se acaba de aquí al domingo. Confiaba en pirar un día de trabajo, en plan llamar al jefe y decir: «Meca, como vivo en un pueblín, estoy encerrada por la nieve, y no tenemos quitanieves y tengo que encender la cocina de carbón y ponerme a picar leña y cazar algún animal para subsistir». Entre que yo siempre fuí muy de fomentar los mitos de la cuenca minera –esos que dicen que tamos sin cepillar del todo– y que ahora laboro en la capital del regino astur donde todo huele a pulcritud y alevosía igual colaba y todo. Pero Renfe insiste en que todos los trenes circulen bien y lleguen a tiempo. Va tener razón un paisano del que me hice colega hoy en el tren: «La culpa ye toda del capitalismu».

21 de enero de 2007

Como una aparición

La Guardia Civil se me ha manifestado, que suena a rollo aparición mariana: «Yo estaba allí y de repente ví una luz amarilla muy fuerte, me acerqué a la susodicha luz y ella me habló y me dijo "los papeles del coche"». Claro que, si lo pienso mejor, que se me manifieste la Benemérita suena más a tema aparición marciana: «Yo estaba allí y de repente vi a un humanoide verde, me acerqué al susodicho y él me hablo y me dijo "los papeles del coche". A mi una vez me pararon «ellos». Había tomado unos culetes (de sidra), me dirigía a casa y llevaba una «L» en la parte trasera del vehículo como un templo de grande. «Esto es un control de alcoholemia, señora», me dice el humanoide. «Señorita, si no le importa», le respondí yo para comprobar si lograba ganarme al picoleto en cuestión. «Ha bebido usted algo, señorita», inquirió el apuesto agente sin el menor rictus de haberse dado por aludido con mi cortejo. «Vamos a llevarnos bien», pensé para mis adentros y en voz alta dije: «Por supuesto que no, señor agente». «Señorito, si no le importa», me respondió sonriendo, el muy truhán. No me hizo «de soplar» y aunque pretendió continuar la conversación yo me marché. Una además de tener sus encantos a flor de piel –tal y como quedó más que demostrado– también tiene unos padres rojeras que nunca me habrían permitido llegar a casa con un buenemérito. Un fotógrafo todavía, pero un guardia civil, por mucho que se manifiesta puño en alto, ni de coña.

15 de enero de 2007

El café de máquina o viceversa

El café de máquina tiene la característica intrínseca de que según lo vas tomando más dulce te sabe. Seguro que éste hecho podría servir de base para pronunciar una metáfora poética «que te cagas» pero a mí no me sale ninguna. Hace tiempo hablé de los árboles que se veían desde la ventana de mi trabajo. Donde estoy ahora no hay ventanas y dudo mucho que en la calle se haya plantado algún árbol. La única naturaleza que pulula entre estas cuatro paredes es la humana. ¡Qué miedo!. Hombres y mujeres y un pequeño oso polar de peluche. Me temo que las plantas son de plástico. El café, los animales, las plantas... ¿Y si todos nos estuvieramos convirtiendo en copias de la realidad?. Cuando me pongo filosófica no me sorporto ni yo.

12 de enero de 2007

Mi vida sin Langreo



Rapazos y rapazas: Dos días llevo laborando en la capital del regino astur. Aún me encuentro un poco cohíbida (no vale reírse), pero la cosa parece marchar bien. En este par de jornadas laborales he escrito sobre: un atraco a punta de pistola, las Mocedades Socialistas –lo paradójico es que la noticia trataba del Consorcio (de transportes)–, Gabino de Lorenzo, la Asociación Colombófila de Asturias (tuve que corregir que primer había escrito Colombofílica) y la.....(bueno, ¡basta ya!, gastaros un euro en el periódico payos que con lo poco que cobramos como para que la empresa tenga pérdidas).

10 de enero de 2007

Viaje con nosotros

Ha llegado el momento. Me voy a la «gran ciudad»: a Oviedo. El objetivo primero es trabajar, o por lo menos amagar que hago algo para que los dueños del cotarro se crean que me merezco el dinero que me dan –como no hay contrato fiable de por medio no lo podemos llamar .....¿cómo se dice eso que antes tenían nuestros padres..? Si, hombre eso que les daban al mes....En la punta de la lengua lo tengo....¡Ah!, ya, la nómina–.
Dejo la cuenca minera, por unas horas al día, para buscarme el sustento más allá de Tudela Veguín. Después de hacer una comprobación «apriorística», puedo estar tranquila: No hay dragones.
Detrás de este cambio de emplazamiento quedan cinco años de reportajes, artículos, notas, breves, entrevistas, sueltos, titulares y sumarios sobre fondos mineros, planes de reactivación de las comarcas mineras, sindicatos mineros y un sinfín de siglas absurdas que incluyen la palabra mineros. Cambio a «Estherdíaz» por Gabino, a Armando Palacio Valdés por Leopoldo Alas Clarín, al pantano de Tanes por la Gabinona, al mercado de los «lunnies» de Sama por El Fontán, el «cagunmimanto, calla la boca» por el «chitón». Lo mismo hasta gano en anédcotas. Nunca se sabe.

2 de enero de 2007

Pseudofiesta de Nochevieja



En la fiesta de Nochevieja a la que fui había un hombre que se parecía a José Montilla. Lo mejor es que su mujer era clavada a Rosa Montero y entre los dos se marcaban unos «rocanroles» de escuela de baile que para mí los quisiera yo. La Montero le pedía a su marido que la subiera en brazos y le diera vueltas a lo John Travolta, pero el pseudo presidente de la Generalitat no podía y eso nos ponía un poco nerviosos a todos. Cuando nos dimos cuenta, la pseudo dama de la literatura española estaba tirada en suelo. Ver a un mito de la escritura femenina de España azotada y descojonada me hundió. Pero por ello no dejé de bailar. Llevé la procesión en mis adentros. La música del festín le dió a todos los palos: salsa, Tina Turner, pasodobles, los ya mencionados «rocanroles» y un largo etcétera que culminó, como no podía ser de otra manera, con El Chalaneru. Canción que, por otra parte, me hizo recordar los buenos momentos que viví en mi época «subpajariana». No bebí ni una gota de alcohol, porque me tocó ser ficha verde y conducir. Ahora, le día al agua que no veas. Rellené tantas veces el pseudo cubata que si hubiera sido vozka, a estas horas tendríais que llamarme Olga.