30 de marzo de 2011

Vamos a publicidad

Señores del Cola Cao, si quieren que odiemos a alguien, pongan a Gadafi a surfear, pero, por favor, no hagan que un niño rubio e inocente (canario para más señas) sea el blanco de los insultos de media España. Eso está mal.Hubo un tiempo en que la publicidad no sólo te enseñaba odio, también te mostraba grandes lecciones de la vida, como que "las cucarachas, nacen, se reproducen, mueren y desaparecen". Siempre estaré agradecido a aquel insecticida gracias al cual aprobé un exámen final y supercrucial en mi vida, de 4º de EGB.

Los anuncios de la tele también me ayudaron a recibir más de una lección de esas que dan las madres y que te dejan un escozor en la nuca para media tarde -popularmente denominadas collejas y/o pescozones-. Sobretodo cuando me dio por ir a kárate todas las tardes y todas las mañanas andaba por casa con la misma cantinela: "¿Y mi kimono? ¡Kia!". Yo soltaba una patada al aire y mi madre hacía lo propio con el antebrazo y mi nuca. Yo tenía cinturón amarillo y ella, sin saberlo, negro segundo dan. Duré seis meses en kárate. Al que no le hacían falta artes marciales era al "primo de Zumosol". Todos los grandullones de España tuvieron que aguantar la broma por culpa de unos señores que vendían algo que posiblemente fuera zumo de naranja pero que valía más no analizarlo por si acaso. Cuando había dudas sobre cualquier cosa del mundo (ya fuera la guerra de Irak -la primera-, el zumo de naranja o un gol fantasma del Logroñés) siempre aparecía una voz en el fondo de la habitación que decía "el algodón no engaña" . El asunto quedaba zanjado.

E irremediablemente llegaba el día en que tus amigas, en un arranque de originalidad sin límites, te llamaban por teléfono allá donde tu estuvieres para cantarte, al unísono: "¡Vuelve, a casa, vuelve, vuelve a tu hogar!". Que te apetecía quedarte y no volver pero después pensabas en el movimiento de muñeca al aire de tu madre y te amilanabas y volvías. El Almedro hizo mucho daño a las navidades de los jóvenes que estudiaban fuera, pero también la colonia Farala marcó a las chicas nuevas de la oficina y el tomate frito Apis destrozó, para siempre, la lengua castellana con sus "comidas guapis". Tal vez el niño-canario-surfero, al que sigo sin entenderle el nombre, sea ya para siempre el niño-canario-surfero-repelente del anuncio del Cola Cao. Pobre. Seguro que tiene que cambiar de colegio y todo. Bueno, él que busque, compare, y si encuentra algo mejor...