31 de julio de 2012

Ironías olímpicas



De vez en cuando el COI mira un poco por los televidentes "deportistófilos" de la vieja Europa (que cada vez somos menos) y nos pone unos JJOO con horarios de andar por casa. Se agradece porque te sientes menos friki viendo esgrima femenino a las siete de la tarde que a las dos de la mañana. Esto es así.
Lástima que en este Londres 2012 no se puntúen nada mas que los deportes tradicionales, esos que algún español gana de vez en cuando y efímeramente. Si se modernizaran un poco y atendieran a los convulsos tiempos en que vivimos lo petábamos. En salto de trampolín igual no, pero en saltos en frío cada vez que acaba un Consejo de Gobierno no hay deportista del mundo conocido que nos gane. ¿Qué no?. Y ya no os digo nada si en el medallero olímpico se incluyeran otras modalidades como "Malabares con 600 euros" ó "Sacar petróleo de esta nómina". Se hace difícil no convertirse en experto en deportes de riesgo cuando te toca sufrir por lo que te toca y encima eres de esas que no se pierden manifestación. A la hora de escribir estas líneas aún no han empezado a disputarse las pruebas de atletismo en la cita londinense. Y he estado mirando los periódicos y no, puedo decir con certeza que entre los seleccionados españoles no está ninguno de los chavales a los que vi lanzar morrillos en la manifestación de Madrid por el futuro de las cuencas mineras. Y eso que así a bote pronto, en diez minutinos de nada, yo vi como cuatro récords del mundo. Por cierto, toda la vida pensando que los "perrosflautas" a los que hacen referencia, de manera despectiva todo sea dicho de paso, en Intereconomía y La Razón eran chavalucos con rastas que se pasan todo el día fuman porros y nada de nada. Todo lo contrario. Los que conocí en las calles madrileñas de primera mano eran fuertes y rapados "perrosflautas" que, en la mayoría de los casos, lucían banderas de España en sus gorras de beisbol cuando no tatuajes con extraños símbolos militares. ¡Qué cosas tiene la vida! ¡Lo que una se pierde por no viajar más! (Modo ironía olímpica ON, por si alguno no me entiende, que lo habrá).


10 de julio de 2012

Relatos mineros

                                  No debería haber teléfonos en el hogar de un mineru

Marisa no tuvo que levantar el auricular para saber lo que le iban a decir al otro lado del hilo telefónico: eran las cuatro menos diez de la madrugada y Jaime estaba en el pozu... pero lo levantó. —Marisa, oye mira que soy Serafín, ¿tas bien?, vete a buscar a la mi muyer, nun tes sola, ye que mira... Marisa oye dime algo... Marisa colgó el teléfono sin decir nada, arropó a Jacobo que dormía en la cuna y comenzó a llorar. Al poco, sonó el timbre. Eran las vecinas. Ellas tampoco dijeron nada. 

                                                                      "El Daglas"

Sufría por verle desnudo, cubierto de una pátina de carbón, mientras el resto de compañeros hacía bromas en las duchas. Quería besarle y limpiarle, con delicadeza, la línea negra que le quedaba en los ojos porque nunca tenía tiempo para pararse a quitarla. Ernesto, que iba para cura, dejó el seminario y entró en la mina para estar al lado de Joaquín, que era también "El Paletu" por parte de madre y "El Daglas" por su parecido con el actor. Y así estuvo, cinco, diez, quince años…Fue el padrino de su boda, aguantó estoicamente la temporada que al otro le dio por ir de burdeles. "Ernestín, cagondiós, ven conmigo, que no se entera nadie"; y lo abrazó fuerte la tarde que, en el embarque, les sorprendió una ración de grisú que casi no cuentan. "¿Qué se te perdió a ti en Alemania, Ernestín, no me jodas?", le replicó pocas horas después en la barra de Casa Miguelo. "En Alemania nada, pero como siga aquí mirándote a los ojos acabaré perdiendo la cabeza", pensó mientras bebía la última caciplá a su lado. No hubo más palabras. Un billete de autobús le dejó en la Zentraler Omnibusbahnhof. Lo primero que vió fue el cartel del último estreno cinematográfico: "There was a Crooked Man…", protagonizado por Henry Fonda y Kirk Douglas.

                                                      Cuatro miradas para Encarnita


Una) Encarnita tenía el pelo lacio y rubio, casi blanco. Algunos de los mineros que paraban en el bar de su padre la llamaban «La Rusa», otros, como Juan Piñeiro, llegado de Cangas do Morrazo el pasado mes de febrero, apenas le decían un «hola» entre suspiros de amor. Encarnita era alta, y tan guapa, que parecía una actriz de cine, de esas que el joven Piñeiro y los demás soñaban cada domingo antes de volver a la pensión. Nunca tuvo novio, ni se le conoció pretendiente alguno. Aunque en el pueblo se hablaba de que cada noche, como en una letanía de suspiros, un hombre moreno y efímero se acercaba a su balcón para recitarle un verso. Solo uno. Encarnita tuvo que esperar a la primavera, y a una tarde de romería en el pueblo, para contemplar los ojos negros que desde tiempo llevaban rogándola. Ésa misma noche, el gallego Juan le pidió «un culete», dejando de lado la afición al vino blanco que le caracterizaba desde que había dejado el mar.

(Dos) Cosme era el padre de Encarnita. Ella había heredado de él la prestancia, y ese donaire escrupuloso que tienen los taberneros. Nunca había tenido problemas, en lo que se refiere a su hija, con los hombres, todos ellos mineros, que se acercaban por el bar después de dejar el tajo. Pero aquella tarde que vió al gallego meloso, capataz «sabe dios por qué», mirar con deseo a su Encarna y pedirle un culete de sidra, sintió que sus piernas muertas –en un accidente de mina años atrás– volvían a la vida para darle su merecido al rufián. Cosme se acercó, como pudo, a la barra, exhaló un «mecagonros» y dejó pasar la vida.

(Tres) Julián conocía a Encarnita desde los tiempos del catecismo. Nunca se había atrevido a mirarla a la cara, ni siquiera, a decirle lo mismo que, botella en mano, aventuraba cada noche después de tres copas junto al balcón de su amada. La tarde de primavera en que, decidido, cogió la sartén por el mango y acudió al chigre dispuesto a cantarle al amor, se encontró con un gallego alto, desgarbado y capataz que levantaba la mano con aire complaciente y pedía un culete.

(Cuatro) Juan Piñeiro, nacido en Cangas do Morrazo, huérfano de un padre «que se lo llevó la mar», decidió marchar de su pueblo la misma tarde que su madre le dijo que tenía que embarcarse rumbo al Gran Sol. Cogió el atillo que le habían preparado, encaró el puerto y tomó el rumbo contrario, tierra adentro. Primero andando, después en tren, más tarde en un coche de caballos. Recorrió ¡quién sabe cuantas leguas! y finalmente paró. Ofreció su título de maestría a quién lo quisiera coger y cuando se dió cuenta estaba bajo el suelo, el mismo que sus ancestros apenas habían pisado. Desde hacía meses, trabajaba de jefe de una cuadrilla y vivía atento a las miradas de una chigrera rubia que le atendía más bien poco y le servía el vino blanco algunos días con gloria, los más con pena. Una tarde de primavera, harto ya de estar harto, dejó de lado su pinta y alzó la mano. «Un culete», sentenció. Y con el vaso que le tendía una mano llegó la hermosura, y una sonrisa, y un te quiero tras la tapia del cementerio y un «Señor Cosme, quiero casarme con ella», y otro «mecagonros», y después dos gemelos, de nombre Cosme y Jacinto, y más tarde el mar. Y siempre el Gran Sol, tras la melena lacia y rubia de una mujer que muchos llamaban «La Rusa».

2 de julio de 2012

Código de Circulación por tierras astures para turistas subpajarianos


A mi que vengan dos turistas el 1 de julio y me pregunten si pueden usar el neopreno para bañarse en la piscina porque tienen frío me da ganas de romper el Acuerdo de Schengen, ese que permite la libre circulación de personas por el espacio europeo. Así como os lo digo. Creo que para venir de vacaciones a Asturias, todos los turistas -a los que a partir de este momento llamaremos "subpajarianos" por vivir más allá de Pajares- tendrían que matricularse en un curso intensivo y superar una prueba tipo test.
El Código de Circulación por tierras astures, para ser completo, debería tener al menos tres apartados fundamentales: Meteorología, Gastronomía y Seguridad en la Conducción.
Meteorología: Nadie, repito, nadie, sabe mejor cómo es el tiempo de Asturias que un asturiano. Así que no apulmonéis con lo de que es que aquí llueve mucho y hace fresquito. Llueve sí, lo sabemos, pero los últimos informes del Museo del Jurásico de Colunga aseguran que llueve lo mismo ahora que hace 15.000 años y que por eso seguimos tan verdes como entonces. Es lo que hay. Sólo está autorizado a quejarse aquel turista que A) le llueva más del 80% de los días que dure su estancia aquí y B) tenga o haya tenido más de cuatro parientes consanguíneos viviendo en el Principado.
Gastronomía: El tema gastronómico tiene dos subtemas principales, a saber, el queso Cabrales y la sidra. Con respecto al manjar cabraliego la principal recomendación es que, efectivamente, es un queso fuerte de buen sabor pero que viaja mal. Pasajeros y tripulación de cualquier vuelo salido de Ranón odiarán hasta la muerte al subpajariano que "para que no se estropee" opte por llevar el Cabrales en la maleta de mano. Sobre la sidra y el escanciado, técnicos de Viuda de Angelón en colaboración con el ya mencionado Muja, me han confirmado que se trata de un ritual prehistórico para ahuyentar a especies invasoras.
Seguridad en la conducción: En este apartado se reforzará la idea ya conocida por los subpajarianos -aunque no la practiquen- de que una raya en el medio de la vía delimita dos carriles que van en direcciones contrarias. Y que si te encuentres un "Pascualín" delante subiendo para Ponga, te calles la bocona y aguantes, que nun tienes prisa ninguna.