6 de agosto de 2006

Capítulo II: Roma y sus cien mil secretos

Roma es una ciudad que esconde más de lo que muestra. Cargados con un ejemplar reciente del National Geografic -en el que se enumeraban los distintos yacimientos, catacumbas y capillas subterráneas de la gran ciudad- nos dispusimos a recorrer los lugares que recorre todo el mundo, pero también a descubrir algunos de los secretos (a voces) que enumeraba la revista. Así llegamos a la Basílica de San Clemente, situada a unos pasos del Coliseo. El templo es, en realidad, una trinidad de iglesias construídas en diferentes épocas una sobre otra y consagradas a distinto dios (o tal vez era el mismo). En la capilla del medio encontramos un fresco en el que se recoge uno de los primeros testimonios escritos de italiano vulgar: "Traite, fili de la pute" (sic). Así de chungos eran los cristianos de la época en que se hizo la capilla intermedia.
En los tres días que vivimos como romanos, visitamos Plaza de España, discutimos con un tío que se empeñaba en tirar las cervezas, compramos postales, probamos una cerveza con sabor a salmón ahumado, escuchamos alabanzas hacia ZP y la ciudad de Barcelona, confirmamos que los italianos se pirran por las vespas y prefieren conducir a velocidades extremas antes que frenar por un semáforo en rojo; observamos con perplejidad el precio de una chaqueta expuesta en el escaparate de Versace, escuchamos un millón de acentos -algunos imposibles-, bebimos agua de casi todas las fuentes y al final nos compramos un billete con destino al norte que nos dejó en Florencia.
Y si Roma es una ciudad de secretos, Florencia es un muestrario de lo que fuimos (tal vez de lo que seremos) nosotros los que con orgullo indolente nos hacemos llamar ¨ciudadanos de occidente"...

Continuará

1 comentario:

Anónimo dijo...

No cuentes todos los secretos, algunos se quedaràan aquì...