28 de febrero de 2012

Ovación

Rodolfo odiaba su nombre tanto como odiaba a su madrina por habérselo puesto. Claro que a ella también la odiaba por otras cosas. La más importante, por haberse ido tan lejos, a Alemania. Allí se tuvo que marchar él con ella para buscarse la vida. "Te vas a casa de tu madrina, que tiene sitio", le dijo su madre. Tenía catorce años y mil pesetas. Se fue del pueblo en una furgoneta que recogió a otros tres chicos por el camino. El frío que sintió en aquel viaje no fue nada comparado con el que sufrió durante los siguientes siete inviernos. Aprendió, eso sí, un oficio. El idioma le costó. Entendía más que hablaba por eso se pedía siempre el turno de tarde, el de los andaluces, para tener con quién departir. Y ganó mucho dinero. Lo ahorró casi por completo y al cumplir los 21 decidió volver a España. Dijo que se apuntaba a servir en el ejército. Era mentira. Sólo quería volver. A secas.

Rodolfo hizo la mili, sí. Dos años y otros dos de voluntario. Llegó a sargento y, al igual que el día que decidió marchar de Alemania, una tarde se cuadró y pidió permiso para colgar el fusil. Ahora quería entrar en la mina. Nada más.

Al ser huérfano de minero lo tuvo fácil. Entró. Casi al mismo tiempo conoció a Blanca, la hija del boticario que le daba clases nocturnas para sacarse el graduado. Cuatro años de novios y una boda por todo lo alto rubricaron a la pareja que no tardó en tener descendencia. Primero nacieron los niños, dos. Se negó a ponerle a alguno Rodolfo. La tercera fue niña. Se llamó Isabel. Y de eso han pasado ya casi cuarenta años.

"¡Cuarenta años!". Dijo en voz alta Rodolfo mientras de fondo su yerno rumiaba algo de que "¡es un asco, cuando llamas a la empresa de telefónica siempre te coge el teléfono un sudaca! ¡Con el paro que hay en España!". "¿Qué dices de cuarenta años, papá?, le preguntó su hija. "Nada, que me estaba acordando de lo mal que se pasa cuando uno está fuera de casa, y no conoce a nadie, y no le sabe igual ni el pan, ni el agua, ni el arroz. Estaba pensando que es difícil no entender por qué tienes que vivir lejos de los tuyos y pensaba también que si encima tienes que aguantar al idiota de tu marido pues entonces apaga y vámonos".

Por la cara que puso, Rodolfo no contaba con llevarse la ovación que se llevó de medio restaurante cuando terminó la frase.

3 comentarios:

Julián dijo...

Muy buena

Anónimo dijo...

¿Puede uno que tenga blog en wordpress hacerse seguido de blogger?
Me gusta mucho.
BÁRBARA B.

carmenseñorapinti. dijo...

Ainssss :-))