
El domingo sufrí lo que podríamos denominar una"Catástrofe de Refalfiu*". Es decir: Se me jodió el móvil deúltimageneraciónquetecagas y casi me da mal, claro. Hiperventilé durante los siguientes 30 segundos a que mi teléfono no respondiera a mis tocamientos como si de un masaje cardiáco se tratara. "Vuelve, vuelve, vuelve..." rezaba en voz baja ante la mirada que aguantaban la respiración. Hasta los de la tienda de reparaciones, ya de lunes, me miraban con cara de "madre, prubina, ¿que va a facer de su vida?". Dejé el aparato de últimageneraciónquetecagas en la susodicha tienda de reparaciones con un dramático: "En vuestras manos encomiendo mi espíritu".
Y hoy, tras dos días de oscuridad móvil he vuelto al paleolítico telefónico del año 2010, he vuelto al "troncomóvil". He recuperado un aparato en el que he vuelto a usar los puntos y paréntesis para mostrar mi alegría o decepción; en el que he vuelto a no salir en la mitad de los selfies y además creo que trabajo en La Voz de Asturias (O_o).
En la parte positiva está que gracias a la CdR (Catástrofe de Refalfiu) me he dado cuenta de toda la gente fantástica que disfruto cerquina desde hace un lustro.
*Refalfiu: Dícese del hastío causado por la abundancia
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