
El otro día caminando por el extremo más occidental de Asturias: la localidad coruñesa de Betanzos (y eso lo digo yo que hoy me levanté nacionalista) encontré la pintada que aparece en la foto. Me acordé, entonces, de que había escrito, en esta bitácora de mis entretela, la despedida del coche con el que caminé durante dos largos años por este valle de lágrimas. El "Purrusaldo" -así era conocido por propios y extraños el Renault 19 que me vió nacer como conductora- se marchó con un recalentamiento en las válvulas diódicas (lo he inventado pero a que queda genial). El caso es que no os mantuve al tanto de mi nueva adquisición, el Purrusal2. Un Renault Clio, azulito, seminuevo, con radio en la que se pueden escuchar cedeses y ¡dirección asistida!. Creo que para mantener los robustos brazos que había conseguido desarrollar gracias al Purrusaldo original, voy tener que apuntame a un gimnasio. He dicho.